Guillermo Vidalón

Perú: problema

Perú: problema
Guillermo Vidalón
19 de julio del 2017

Un momento difícil para la política peruana

En 1931 Jorge Basadre, el gran historiador de la República del Perú, escribió el ensayo “Perú: problema y posibilidad”. He querido recoger parte del título porque un sector de la juventud se encuentra desencantado con el país en función a los últimos acontecimientos políticos.

Ciertamente es un momento difícil para la historia de la política peruana que varios de sus últimos presidentes se encuentren enjuiciados, prófugos o sentenciados. No obstante, en gran medida, el mayor crecimiento económico que se ha registrado a lo largo de nuestra vida republicana coincide con sus períodos de gobierno.

¿Qué nos indica ello? Que el Perú es un problema. Sí, pero también y afortunadamente una posibilidad. Todos debemos entender que el desánimo y la desesperanza nunca construirán el camino hacia el éxito. Para no perder la perspectiva, se debe analizar lo avanzado y poner a ambos lados de la balanza lo positivo y aquello que debamos corregir.

A propósito, no empleé el adjetivo “negativo” porque lo importante es motivar a enmendar lo que consideremos que se hizo de una manera inapropiada. Preguntarse, en dicha circunstancia, ¿qué habría hecho para enfrentar un problema similar?

Obviamente hay que condenar la corrupción, y qué bueno que haya jueces probos y valientes que no se pierdan en argucias procedimentales para ir al fondo de las investigaciones y sancionar según corresponda. Esto nos demuestra que no todo está perdido en el Poder Judicial, que hay personas dispuestas a avanzar hacia un estadio superior.

Lograr un estadio superior para todas las instituciones del país implica un ejercicio de política: lograr acuerdos y ceder para alcanzar un fin superior. La política es una actividad intrínsecamente positiva. El contar con el respaldo ciudadano para intervenir en cosas de gobierno es un alto honor que refleja la confianza de muchas personas depositadas en alguien para que dirija y mande ejecutar las tareas que corresponden al interés común. Cuando la ciudadanía valora la actividad política respeta a sus líderes, porque es la manera como se retribuyen las buenas acciones de gobierno. Asimismo, son los hechos reiterados de gobierno los que generan institucionalidad en el largo plazo. En este sentido, la política refuerza la convivencia pacífica y armónica, por lo que es necesaria promoverla e incentivarla.

Empero, si ocurre lo contrario, cada yerro en las acciones de gobierno quebranta la institucionalidad y la confianza, fomenta la informalidad y “el todo vale”, mientras se logren los objetivos. Ello es inconcebible en una sociedad que se considera en marcha hacia la democracia, a pesar de sus tropiezos.

Muchas veces hemos escuchado que la política es una actividad poco transparente, pero el problema radica en que se le ha dejado el camino libre a quienes la han empleado para satisfacer un objetivo personal, sin pensar en lo absoluto en una visión de país que los va a beneficiar mucho más si se institucionaliza.

Los jóvenes no deben desencantarse de la política ni quedarse en la apatía del país problema porque —indudablemente— son ellos quienes también están llamados a construir el “Perú posibilidad”.

 

Guillermo Vidalón del Pino

Guillermo Vidalón
19 de julio del 2017

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