Perú 2018 avanza a 1992

Han transcurrido 26 años. Sin embargo, es muy poco lo que hemos avanzado en términos de institucionalidad democrática. Los extremos del espectro político nacional son excluyentes; pero en simultáneo, demuestran una pobre vocación por el fortalecimiento del sistema democrático.

En 1992, el guion era muy parecido al actual. Desde el Poder Ejecutivo, presidido por Alberto Fujimori, se cuestionaba acremente la acción y omisión de un ente autónomo como el Poder Legislativo. El parlamento fue acusado de obstruccionista, por parte del Ejecutivo, que no tenía mayoría parlamentaria. Esa acusación carecía de sustento porque ambas cámaras habían otorgado respaldo a las propuestas de gobierno.

¿Qué pedía la calle? Acabar con la hiperinflación y el terrorismo. La inflación fue herida de muerte al liberalizarse los precios y desactivarse los controles. El 8 de agosto de 1900, el denominado “paquetazo” fue aplicado y la inflación descendió; empero, la perspectiva económica no era de las mejores porque faltaba implementar otras medidas promercado.

El entonces presidente del Consejo de Ministros, Alfonso de los Heros, renunció tras conocer la decisión presidencial del cierre del Congreso el 5 de abril de 1992. Las denuncias de la ex primera dama, Susana Higushi de Fujimori, dando a conocer malos manejos en las donaciones provenientes de Japón, precipitaron el golpe.

Los medios de comunicación sirvieron de corifeos antes y después del golpe. Los partidos de izquierda, que habían auspiciado la candidatura de Alberto Fujimori Fujimori en contra del escritor Mario Vargas Llosa, quedaron descolocados ante el nuevo escenario. Años después Fujimori fue negado por esa misma izquierda que lo aupó al poder, y después sentenciado por actos de corrupción y por haber vulnerado los derechos humanos.

Con la caída del fujimorato se restablece la democracia y gobernaron Alejandro Toledo (actualmente prófugo de la justicia), Alan García (acusado e investigado en múltiples oportunidades, sujeto de muchas sospechas, pero sin llegarse a probar fehacientemente que encabece una organización delictiva), Ollanta Humala (investigado por supuestamente haber solicitado y recibido coimas por parte de las constructoras brasileñas, algo próximo a esclarecerse) y Pedro Pablo Kuczynski (también un caso similar a su antecesor), los dos últimos con impedimento de salida del país.

Son cinco los presidentes democráticos con posterioridad al gobierno de Alberto Fujimori, y las denuncias y los montos comprometidos en hechos de corrupción parecen sobrepasar largamente a los de los años noventa. Además de haber corrompido casi todas las instancias del Estado. En la actualidad, en ejercicio de la democracia, hace tan solo dos años la ciudadanía confió a la mayoría fujimorista la conducción del Poder Legislativo. Ciertamente, el Congreso ha cometido errores y demostrado incapacidad de acción ante la coyuntura. Erróneamente eludieron liderar las reformas política y judicial.

Los medios de comunicación, que han dejado de recibir el subsidio del Estado embadurnado de publicidad, vuelven a tocar la melodía de los corifeos para enardecer a la tribuna y aplaudir la pechada del Ejecutivo en contra del parlamento. Otra vez, los antis demuestran su talante autoritario y antidemocrático: “te respeto si y solo si sirves a mis intereses”. Una democracia disfuncional carece de arraigo popular y por eso a pocos le importan sus usos y costumbres.