Perfil del próximo presidente

¿Qué esperamos los peruanos de quien asuma la presidencia el 2016?

Las circunstancias difíciles que enfrenta hoy el país -desaceleración económica, inseguridad y crisis institucional- configuran un desafío para quien salga elegido Presidente el 2016, pues la solución a esos problemas requiere de reformas profundas. En consecuencia, el próximo Presidente debería ser, por sobre todo, un líder decidido a jugársela por el cambio.

A jugársela porque para hacer tortillas hay que romper los huevos, es decir, para hacer reformas hay que asumir costos políticos. Por ejemplo, para derrotar a la delincuencia hay que liderar y movilizar a la ciudadanía y al estado en la lucha, pero también refundar la policía, promover la reconstrucción del sistema de justicia, liquidar el Inpe y privatizar los penales, entre otras medidas.

Y para reanimar la economía y brindar mejores servicios a los ciudadanos hay que reducir la burocracia estatal -incrementada en los últimos 15 años-, acabar con la tramitología que frena la inversión privada y pública, reducir el número de ministerios, etc. De otra manera no podremos arrancar de nuevo el motor del crecimiento: la inversión.

Todas esas medidas y otras demandan que quien asuma la presidencia el próximo año sea un líder capaz de ver más allá de su popularidad, que arriesgue por el país, es decir que sea un estadista. Alguien con coraje para enfrentar los ataques del statu quo estatista, con el temple suficiente para no retroceder ante la presión de los grupos de interés y darles batalla ideológica y política en defensa de las reformas.

Alguien capaz de construir acuerdos políticos en favor de las transformaciones institucionales, y de convocar y movilizar a la ciudadanía y las instituciones sociales en apoyo del cambio que le permita al país dar el salto hacia el desarrollo.

Hoy solo la izquierda se cree que el frenazo económico se debe a la caída de los precios de las materias primas. Casi todos los sectores democráticos han entendido que la principal causa es la parálisis de la inversión originada en el deterioro institucional del estado y en la ausencia de un liderazgo nacional. Si la minería no hubiese sido paralizada, su mayor producción estaría compensado hoy, largamente, los menores precios de los minerales. ¿Alguien lo duda?

En consecuencia, el próximo presidente encontrará al parecer las condiciones favorables para lograr un acuerdo con las principales fuerzas democráticas a favor de las reformas que se necesita.

Gianfranco Castagnola acaba de recordarnos el coraje de aquellos peruanos que, el 8 de agosto de 1990, se atrevieron a hacer el duro ajuste económico e iniciar las reformas que asentaron las bases del modelo económico que ha reducido la pobreza como nunca antes. Por cierto, a muchos de esos valientes les pagamos con persecución en vez de gratitud: Juan Carlos Hurtado, Alfredo Jaililie, Carlos Boloña, etc.

Es necesario recordar que Hurtado se convirtió tiempo después del ajuste en uno de los ministros más populares porque se entendió que el ajuste y las reformas, por más duras que fuesen, eran inevitables y necesarias para acabar con la hiperinflación y estabilizar la economía.

Es falso entonces que hacer reformas implique siempre perder popularidad, ya que a la postre la ciudadanía verá los frutos positivos del cambio y le agradecerá a quien tuvo el coraje de hacerlo.

La experiencia del 90 debiera guiar a quienes aspiran a conducir el país el 2016, para que quien salga elegido tenga el coraje necesario para hacer las reformas que nos permitan retomar el crecimiento y vivir más seguros.

Por Víctor Robles Sosa