Mario Saldaña

Peor que la impericia, la soberbia

Peor que la impericia, la soberbia
Mario Saldaña
28 de agosto del 2014

A dos años de su final, ya solo aspiramos que gobierno acabe en democracia

La semana pasada comentaba aquí mismo el alto costo que estamos pagando los peruanos y limeños por la impericia e inexperiencia que siguen mostrando los gobiernos de Ollanta Humala y Susana Villarán.

Quedémonos por hoy en el primero de ellos. Obtenido, aunque raspando, el voto de investidura por el Gabinete Jara, gracias a la autoconfianza de dos ministros y el apoyo dirimente de la señora Solórzano, el Presidente de la República, en una actitud de absurda negación, soberbia total y falta de autocrítica, ratifica su posición: aquí no pasa nada, no se trata de ninguna crisis, todo sigue igual.

He ahí el problema de fondo. A la impericia e inexperiencia del Gobierno (que se traduce en una total falta de liderazgo del Jefe de Estado en los temas más urgentes como la cruda desaceleración de la economía y el crimen desbordado a niveles nunca antes vistos), hay que agregar la cerrazón, la negación, la soberbia y la falta de autocrítica.

Si usted, amigo lector, me preguntara cuál de estos dos problemas es peor para nuestro país, me atrevería a decir que es el segundo. Porque uno puede adolecer de experiencia y conocimiento del funcionamiento del Estado, se puede tener una pésima idea y desconfianza absoluta (como la tienen la mayoría de peruanos) de los políticos tradicionales y sus agrupaciones; pero si el sentido común nos asiste, es crucial aceptar nuestras limitaciones.

De ser así, y sobre todo, si a este Gobierno lo han animado el logro de algunas reformas cruciales que merecen ser defendidas, como la que supone la ley Servir o lo que se propone en materia educativa, e incluso, la del sistema previsional privado si se hubiera hecho mejor (solo para mencionar algunas), pues negocio, pacto y asumo responsabilidades con mis contrapartes de la oposición.

Pues acá no. Este Gobierno, muy mal asesorado y profundamente equivocado, se ha planteado reformas importantes al menor costo político y tomando atajos para eludir cualquier transacción. Ha privilegiado, y lo sigue haciendo, el “piloto automático”, cuando lo que necesitamos es un líder muy proactivo, retando y pactando permanentemente con el conjunto de la clase política para el logro de “sus” objetivos, que debieron ser “nuestros” objetivos como nación.

La consecuencia, repito, es una factura muy elevada. En lo económico, un frenazo elocuente con sus nefastos efectos en el menor empleo generado, más informalidad y un plantón en la reducción de la pobreza. Mientras que en lo político, un aumento en la desinstitucionalización del país, consolidación y generalización del crimen en el aparato del Estado y descrédito de la función pública.

Imagínense. Estamos a menos de dos años para el inicio de un nuevo Gobierno, y el mejor escenario al que hemos arribado (como denominador común, diría, entre clase política, empresarial y opinión pública en general) es que este régimen termine en democracia y que entregue la posta lo menos mal posible.

Un quinquenio echado por la borda. Sí. Peor que la impericia, es la soberbia.

Por Mario Saldaña C.

Mario Saldaña
28 de agosto del 2014

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