Dante Bobadilla

Pasiones y delirios

¿Dejaremos que odiadores decidan nuestro destino como país?

Pasiones y delirios
Dante Bobadilla
21 de diciembre del 2017

 

Qué penoso resulta encontrar artículos que, en lugar de analizar hechos y normas, se dedican a especular sobre lo que un grupo estaría buscando o lo que podría ocurrir si determinadas personas hacen algo. Ahora los articulistas son videntes que anticipan el futuro o detectan intenciones ocultas. Parece que ya a nadie le importa decir cualquier barbaridad en estos tiempos. En los medios hay un concurso por la opinión más disparatada. La realidad ya no interesa, ha sido sustituida por el delirio y la mentira.

Inventar un enemigo público a quien odiar, combatir y culpar de todo ha sido una estrategia permanente de la izquierda. Ahora ese enemigo es el fujimorismo. En consecuencia, todo es culpa del fujimorismo y nada es más importante que combatir al fujimorismo. El lema es cualquier cosa antes que el fujimorismo. Ese es, en resumen, todo el argumento que sustenta a un gran sector.

¿Cómo se puede razonar en un escenario donde prima el odio? Es imposible debatir con creyentes que están convencidos de su credo y aferrados a sus mitos. Todo el que no se suma al cargamontón antifujimorista es visto con sospechas, casi como un ser extraterrestre, tachado rápidamente de “fujimorista”, como si eso fuera una especie de delito, herejía o pecado mortal.

Esto es fruto de la prédica constante de la mentira por parte de la caviarada académica y del progresismo infantil en las redes sociales. Hay toda una generación de jóvenes envenenados con el odio a base de mentiras flagrantes y mitos absurdos. Un adoctrinamiento que empezó con el informe de la CVR y siguió con el activismo de huestes fanáticas y, a veces, bien pagadas. El daño está hecho. Es lo que tenemos.

Esto no significa que todo en el fujimorismo sea bueno. Nada de eso. Lo que quiero decir es que no se puede estigmatizar a todo un colectivo por un color o un apellido, ni se le puede quitar el derecho a participar políticamente representando a sus votantes. La gente pensante se ocupa de hechos y temas concretos; los fanáticos, en cambio, se agrupan en colectivos y ven enemigos de clase, raza, nación, fe, clan o partido, y los combaten como colectivos, sin distinguir individualidades. Odian personas solo por ser judías, cristianas, yankis o fujimoristas. De ellos está hecho el terrorismo.

Además de la pérdida colectiva de la razón, sorprende la escasez de voces cuerdas en medios donde antes solía primar la sensatez. Han dejado de ver la realidad y le prestan más atención a sus odios y prejuicios. Se le niega al Congreso la facultad de ejercer el control político y su derecho a representar a la nación. Se habla de “golpe del Congreso” en una muestra flagrante de estupidez e ignorancia. Intoxicados de odio llegan a pedir la disolución del Congreso. Se ha perdido de vista el país. Ya nada importa. Nos hemos reducido a un grupo de tribus salvajes en pie de guerra.

En los hechos concretos, tenemos un presidente muy debilitado. Sus negocios privados con Odebrecht tendrán que evaluarse legalmente en las instancias judiciales. Su vacancia es un acto político, no es un juicio jurídico. Objetivamente lo que más le conviene al país es que el presidente Kuczynski renuncie. No es en el Congreso donde tiene que demostrar su inocencia. Ya ha perdido la confianza y demostrado su clamorosa ineptitud política. Su continuidad es inviable.

El Ministerio Público no ofrece ninguna confianza. Ha mostrado total incapacidad para enfrentar la corrupción de Odebrecht. Hasta ahora siguen sin ser acusados Toledo y Humala. A Villarán ni la tocan. Tan solo se han dedicado a perseguir a Keiko, en una versión criolla de Silvestre y Piolín. Luego de que todos vimos en el 2011 que el candidato de los brasileños era Ollanta Humala, ahora la Fiscalía, las oenegés caviares y los medios nos quieren hacer creer que fue Keiko.

El Tribunal Constitucional tampoco ofrece garantías, pues ha falseado una sentencia traficando favores a las oenegés caviares y violando el principio de la cosa juzgada. Frente a todo este escenario de instituciones podridas se le exige al Congreso que no haga nada, que se encoja de hombros y se cruce de brazos. Cualquier acción que intente el Congreso, en uso de sus facultades, sirve para acusarlos de copamiento. Se le acorrala y amedrenta solo porque hay una mayoría fujimorista a la que odian. ¿Vamos a dejar que los odiadores y fanáticos lleven el timón de nuestro destino como país?

 

Dante Bobadilla
21 de diciembre del 2017

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