María Cecilia Villegas

¿Para dónde, comandante?

¿Para dónde, comandante?
María Cecilia Villegas
18 de diciembre del 2014

Acerca de la corrupción actual y la debilidad institucional de nuestra democracia          

La confianza en la democracia viene cayendo a nivel mundial. La sensación de que los políticos responden a intereses privados se acentúa incluso en los países que pertenecen a la OECD y que tienen una larga historia democrática. La membresía en los partidos políticos viene decreciendo en todos los países desarrollados, al igual que la participación electoral en aquellos donde el voto no es obligatorio. Pero más allá de eso, una encuesta en siete países europeos encontró que más de la mitad de los votantes no confía en el Estado.

Y mire usted, aquí está el Perú, a un pasito de la OECD, según nos han dicho, y nos encontramos con que en este casi país desarrollado un estudio reciente realizado por el grupo Integración a nivel nacional halló que solo el 13% de los peruanos confía en los partidos políticos. Mientras que 4 de cada 5 peruanos consideran que el actual Parlamento no los representa. ¿Y es que acaso se les puede culpar?

Daría la impresión que cuando una autoridad es elegida, esta cree que se le está extendiendo un cheque en blanco para hacer lo que mejor le plazca sin tener que responderle a quienes lo pusieron en el puesto: los electores.

Acosado por denuncias de corrupción, el Presidente de la República voltea el dedo acusador hacia la prensa:  “Yo les pido a ustedes que no debilitemos la democracia” nos dice primero, y días después añade: “Tenemos que defender la democracia que nos ha costado recuperar y no ponerla en vilo o en riesgo por intereses subalternos o campañas preelectorales”, en referencia al caso del Ministro de Justicia. Esta es una muestra de la falta de impersonalidad que afecta a las “instituciones” en el Perú: el presidente del país cree que defender el sistema democrático pasa por protegerlo a él y a sus ministros de acusaciones de corrupción.

Como se puede entender la obstinación del Ministro de Justicia de entornillarse en su cartera sin importar que ello implique debilitar aún más a un gobierno que hace agua por todos lados. Más allá de la discusión sobre si es que Daniel Figallo presionó a la procuradora o no, existe efectivamente una intromisión, una interferencia irregular, que deja muchas dudas. Ello debería ser suficiente para que el ministro se aparte.

Los ciudadanos, que somos quienes los llevamos al poder, no nos sentimos representados por las autoridades. No tenemos confianza y sentimos vergüenza ajena y frustración. Pero tomamos posición de acuerdo con preferencias políticas e ideológicas, acusamos a unos y defendemos a otros apasionadamente y sin aceptar que todo es parte de lo mismo: la utilización de la política para fines privados.

El gobierno del Presidente Humala ha sido incapaz de enfrentar a las mafias que operan en el país impunemente. Desde los carteles del narcotráfico que controlan el norte del país con sus sicarios, pasando por los narcoterroristas en el VRAEM y llegando a la minería ilegal que mueve enormes cantidades de dinero. Todos ellos afectan y ponen en riesgo no solo la seguridad de los ciudadanos. Un estado que no puede imponer el orden, controlando la violencia, administrando justicia, defendiendo los derechos de propiedad y garantizando las libertades civiles, políticas y económicas, difícilmente puede ir camino al desarrollo. Por el contrario, estamos frente a la falta de una democracia funcional. Esta es la verdadera debilidad institucional del Perú.

Por Ana Luisa Guerrero

18 - dic - 2014

María Cecilia Villegas
18 de diciembre del 2014

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