PAL´ FACE

Políticas educativas solo para salir bien en la foto del momento

Por si acaso, quien esto escribe no tiene acciones en universidades privadas. Tampoco es dueño ni tiene intereses en institutos superiores tecnológicos. Menos —por cierto— ha tenido relación alguna con la oscura Asamblea Nacional de Rectores. Simplemente he sido alguna vez lo que se llama “autoridad universitaria” e, in pectore, soy un viejo investigador y profesor universitario.

Conviene también aclarar, desde un inicio, que no creo en la ingenua dicotomía “políticamente correcta” que pretende establecerse entre universidades “sin fines de lucro” (los buenos) y universidades “con fines de lucro” (los malos). Porque los bondadosos actores de muchas instituciones universitarias “sin fines de lucro” —que claman por la moral— suelen repartirse las “utilidades” casi como una suerte de anticipo de herencia. Herencia que, por lo demás, no es suya, pero que se reparte entre los amigos a través de tarjetas de crédito, viajes, gastos de representación, investigaciones sin fin y otorgamiento de premios ad hoc inter pares.

Al señor Saavedra no lo conozco y debo admitir que sus credenciales profesionales lo avalarían para el desempeño de la función pública. Sin embargo, se trata de un ministro de Educación cuyos logros resultarían mensurables puntualmente por una gestión educativa eficiente y por tener un concepto de educación claro. Ocurre, sin embargo, que en lo referente a gestión, el sector educación fue el penúltimo —entre todos los sectores públicos— en ejecución presupuestal en inversiones en el 2014. Y ocurre que en el 2015 ocupó el puesto 24 de un total de 30 entidades públicas. Si una de las falencias más terribles del país está en la educación —y lo hemos comprobado todos— los números aludidos ponen en evidencia que no se ha tratado precisamente de una buena gestión.

Y en lo que se refiere al concepto educativo del señor ministro, resulta poco menos que llamativo que prácticamente en el último mes de su gestión bajo el gobierno del presidente Humala, recién se haya elaborado —sin discusión pública— un Currículo Nacional. Ya en un artículo anterior habíamos señalado que el quid del asunto educativo era “quién dice qué para qué”. Cabe preguntarse en qué se capacitó a los maestros, en qué se gastaron millones de soles en talleres de sistematización y socialización para esos mismos maestros, y en qué se despilfarraron millones de soles destinados a la producción de material educativo, si recién al final decidieron “qué es lo que se debía enseñar”.

No me desvío con el asunto de los Juegos Panamericanos. Me he quedado estrictamente en lo educativo. Particularmente en la llamada “reforma educativa” que mediáticamente el señor ministro viene llevando adelante. La frialdad de los datos subrayados anteriormente parece negar el entusiasmo de mucha gente que —de buena fe o por intereses— alude a este supuesto gran logro como obra del ministro Saavedra.  

Estaría ya de más referirme al hecho de que no hemos avanzado un ápice en las pruebas de comprensión lectora y matemática. A pesar de que “por salir bien la foto” se han gastado también millones amaestrando profesores y alumnos, a fin de que dicha foto convalidase la improvisación y la falta de ideas claras respecto a la educación.

“Se trata del mejor ministro”, se nos dice. Y efectivamente, y aparte de los 39 millones de soles gastados en publicidad por el Minedu, daría la impresión de que muchas consultorías y asesorías han alimentado también a un sector del periodismo y a no pocas universidades discrecionalmente elegidas que han abonado tal idea. Creo honestamente que en vez de hacer política educativa de verdad, hemos estado haciendo política “pal´ face”.

Eduardo E. Zapata Saldaña