Martin Santivañez

Otro triunfo del castrismo

Otro triunfo del castrismo
Martin Santivañez
19 de diciembre del 2014

La decisión de Barack Obama de restablecer relaciones con Cuba castrista                                  

La historia universal de las tiranías se caracteriza por una constante política: ninguna dictadura comprende el idioma de la debilidad. Las autocracias, los totalitarismos, cualquiera que sea su origen ideológico, solo entienden el lenguaje de la firmeza y solo ceden ante demostraciones muy concretas de poder. Pero el dialecto de la flaqueza, el caló de la cesión, son balbuceos incomprensibles para el cerebro de cualquier “gran hermano” que ejerce su dominio amparado en la violencia. La perversión del poder que se disfraza de ideología sonríe ante el voluntarismo utópico que tiende a la concesión infinita. Mientras en el primer caso la voluntad de subsistencia se mantiene, el segundo desnuda la carencia de un esqueleto valorativo que condena a las sociedades a la derrota material, porque antes se ha cedido en el plano fundamental de los principios.

La debilidad de Obama demuestra la debilidad de sus principios. El castrismo, desde hace años, aspira a perennizarse en el poder utilizando la estrategia china del partido único plenamente insertado en el mundo libre mediante una red eficaz en el plano económico. Los Castro y sus secuaces son conscientes de la debilidad moral de un orbe capitalista dispuesto a claudicar sin presentar batalla y, aprovechando la decadencia valorativa, obtienen el apoyo de Obama y de la progresía estadounidense. El argumento es bastante simple: el embargo no ha dado resultados. Esta afirmación es de un maniqueísmo sorprendente porque los actos políticos deben juzgarse por lo que provocan y por lo que evitan. Los Castro, sin el embargo, serán siempre un factor desestabilizador, un instrumento de represión ideológica, apoyados por una red económica sin parangón. Veamos lo que la izquierda “moderna” ha ocasionado en el continente. El balance es bastante claro: polarización, incompetencia y más corrupción. Imaginemos ahora al castrismo, con toda su capacidad de resistencia, en todo su esplendor pragmático y vicioso, dotado de una red material que garantiza su supervivencia. Lo que Estados Unidos ayudó a controlar, hoy el gobierno de Obama desbarata en función a utopías de dudoso cumplimiento.

Lo real, lo actual, es que el castrismo sale fortalecido y que el maoísmo tropical de la isla será defendido una vez más por los ingenuos de lo políticamente correcto. El fortalecimiento de los Castro, aunque parezca beneficiar a la población, será, como hasta ahora, incapaz de crear ciudadanía, consolidándose el modelo de dictadura que tanto perjuicio ha repartido por toda la región. Transformar a Cuba en una especie de Shangai tropical es el sueño del castrismo y con esta medida asumida por Obama desbaratan su principal obstáculo. Los Castro triunfan una vez más sobre las democracias débiles, empleando para ello la misma estrategia: si ellos no respetan sus propios principios fundacionales, nosotros haremos valer los nuestros, con audacia y decisión. Lástima. Si el capital no tiene principios, la democracia, con firmeza, tendría que hacer valer aquellos que la transformaron en el régimen de la libertad.

Por Martín Santiváñez Vivanco

19 - dic - 2014

Martin Santivañez
19 de diciembre del 2014

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