Ola roja

Sobre la victoria republicana en las renovación del Senado estadounidense

En EE.UU., el color de los republicanos es el rojo y el de los demócratas es el azul. El martes 4 hubo elecciones para senadores y gobernadores, triunfando los republicanos y cumpliéndose el presagio de una marea roja en el país del norte.

En EE.UU. se elige presidente cada cuatro años, representantes cada dos y senadores cada seis. La elección del presidente es indirecta: En cada estado se vota por delegados a un Colegio Electoral de 538 personas. Estos designan al presidente. El ganador de un estado se lleva todos los delegados que le corresponde. A California, el mayor estado, le tocan 55. Se gana con 270 delegados.

La mayoría de los estados o son sólidamente Demócratas (“azules”) o Republicanos (“rojos”). Esta conformación determina que las elecciones presidenciales se decidan en los estados de batalla o “morados” como Florida, Carolina del Norte, Virginia, Ohio y Colorado. Obama ganó en casi todos, excepto Carolina del Norte donde perdió el 2012.

Los representantes se eligen en 435 pequeñas circunscripciones cuya delimitación se revisa periódicamente en función del censo. El proceso de revisión es poco transparente, haciéndolas relativamente seguras para uno u otro partido.

El Senado es distinto. En cada estado, independientemente de su población, se elige a dos senadores. Esto ayuda a la unidad de un país grande y diverso, pero determina una gran lentitud a la hora de proponer e implementar reformas.

El 2008 Obama no sólo ganó los estados azules y morados. También arrastró escaños senatoriales rojos, logrando una cómoda súper mayoría. Lo mismo ocurrió en las circunscripciones tradicionalmente republicanas, que pasaron a manos demócratas.

Obama sobre-interpretó sus victorias imaginando un mandato para transformar su país, lo que sumado a la expansión del gasto para combatir la crisis financiera, gatilló un fuerte populismo de derechas (el Tea Party). Para suerte de Obama, el Tea Party proyectó inmadurez, dañando la ya mellada reputación republicana.

El 2010, en un voto de protesta contra Obama, los demócratas perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes, pero preservaron el Senado gracias a los malos candidatos republicanos impuestos por el Tea Party. El 2012, Obama se reeligió prometiendo moderación.

Pero las derrotas curaron en salud a los republicanos y esta vez tuvieron excelentes candidatos. La ola populista amainó. Sumaron fiascos obamistas: Mala implementación de una impopular reforma de salud, escándalos de corrupción e ineptitud gubernamental, fracasos de política exterior.

Además, los senadores demócratas de estados rojos y morados que culminaban su período, no pudieron alegar independencia de un Obama ahora impopular. Ello porque el liderazgo de su partido retiró de la agenda del Senado temas incómodos para la Casa Blanca pero populares en sus estados. Para colmo, centraron sus campaña en el aborto, acusando a sus detractores de ser misóginos y racistas.

El resultado: Los republicanos capturaron escaños rojos que no controlaban y, ominosamente para los demócratas, morados como Iowa, Colorado y Carolina del Norte. En la morada Virginia, crucial en las presidenciales y contra todo pronóstico, se quedaron por milésimas. Podrían acabar con 54 senadores, una ganancia de nueve.

¿Qué significa esto para las presidenciales del 2016? Difícil decirlo. El dato más importante es que han avanzado en estados morados que es donde se deciden las elecciones pero habrá que ver cómo hará cada bando para jugar sus cartas. Y dos años son una eternidad en política, aquí y en la cochinchina.

Por: Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

(6 - nov - 2014)