No cierre el pico, Iberico

El voto preferencial y el futuro moral del Congreso

Pese al reciente pataleo presidencial, a propósito del frustrado acuerdo para la eliminación del voto preferencial, los responsables de que no se hayan aprobado las más importantes reformas electorales –incluida la que tanto hoy interesa al señor Humala– son sus partidarios, los nacionalistas. Han sido ellos quienes han presidido el Parlamento en las cuatro legislaturas anteriores y no hicieron, en todo ese tiempo, mayor aspaviento del asunto. Abugattas, Isla, Otárola y Solórzano no fueron capaces de consensuar con las bancadas para sacar adelante lo que hoy, con los plazos a la vuelta de la esquina, se ha convertido en una exigencia pública del Presidente y hasta de su esposa.

"Para eliminación del voto preferencial no hay acuerdo, prefieren ponerse de acuerdo en Fiscalización", reclamó la señora Heredia el pasado martes, a través de su cuenta de Twitter. Claro, siempre llevando agua para su molino. ¿Por qué no fue tan convincente con esta reforma en los tiempos en que tenía a los presidentes del Congreso de su partido a tiro de un SMS o de un WhatsApp? Seguramente en esos años habían otras prioridades para la señora y el señor Humala; eran los tiempos de la luz verde, de mangonear Ministros, de la reelección conyugal y de otras agendas donde el voto preferencial era un asunto insignificante. Apenas frustrada la votación en la Comisión de Constitución, el congresista Otárola dijo sentir un “sinsabor” porque el proyecto de reforma no haya pasado al pleno, mientras que la Solórzano acusaba a sus rivales de un doble discurso por patear el asunto hasta Dios sabe cuándo. Una vergüenza que dos expresidentes del Congreso se expresen así, tan campantes, de un asunto que los toca directamente por omisión.

Así, con un calendario electoral que ya comenzó a correr, ni nacionalistas ni opositores tienen, o tuvieron, ganas de eliminar el voto preferencial; un mecanismo perverso para elegir congresistas, en el que cada aspirante a una curul ofrece sus mejores financiamientos e influencias para buscar el número más próximo a la cúpula partidaria, que regularmente encabeza la lista parlamentaria. Los pretextos son de otorongo. Que no hay tiempo, que mucho poder a los organismos electorales, que ya los partidos tienen avanzada la lista; cualquier excusa con tal de, como ya lo han dicho los fujimoristas, mejor discutir el tema en el 2021. Y mientras los políticos se despintan, y con ello desencantan aún más a la población, el gobierno aprovecha el río revuelto para granjearse algunos aplausos en la cada vez más raleada tribuna que lo aprueba. Ahí sale a relucir, pues, la mala muñeca del señor Iberico, que deja pasar un asunto tan crucial para fortalecer el sistema y la democracia interna de los partidos que van en carrera.

Sin el voto preferencial cada militante tendría el poder, cédula en mano, de elegir a los representantes con las mejores cualidades para llegar al Congreso. Nos ahorraríamos varios comepollos, robacables y hasta tránsfugas; y el candidato congresal sentiría que el partido lo ha llevado a donde está gracias al voto de la militancia. Sin el voto preferencial, en suma, limpiaríamos una parte de la indecencia que se infiltra en la política con agendas propias y turbias. Así que, señor Iberico, está a tiempo de sacar adelante esta reforma; y no porque lo diga Palacio, porque penosamente la pareja anda detrás de cualquier asunto que nos desvíe de sus aprietos, sino porque el futuro moral del Congreso se lo exige. El país tiene derecho a elegir mejores parlamentarios.

Por: Jaime Chincha Ravines