Giovanna Priale
No basta serlo, también hay que parecerlo
No dejemos de inculcar valores, con el ejemplo, a nuestros jóvenes
Imposible quedarse callada frente al viaje de la ex primera dama Nadine Heredia para trabajar en la FAO, en medio de un proceso judicial en la que se encuentra investigada por presunto lavado de activos o desviación de fondos. No intentaré explicar en esta columna la argumentación jurídica sobre la viabilidad del viaje ni pretendo hacer un juicio de valor sobre la efectividad del Poder Judicial al prorrogar el impedimento de salida, temas que se han discutido largamente en las últimas horas. Hoy escribo mi columna como mujer, madre y ciudadana.
Mi papá siempre se esforzó por hacernos pisar tierra y nos inculcó la importancia de trabajar muy duro para salir adelante. Vine de Huancayo a los cinco años de edad y las enseñanzas de mi padre las he seguido todos los días de mi vida. Ahora que soy madre, en cada cosa que hago no solo tengo presente los consejos paternos, sino también las caritas de mis hijos, y siempre tengo como prioridad intentar hacer lo correcto para que ellos crezcan con mi ejemplo. Y el de todas las mujeres que nos levantamos de madrugada para trabajar, pasamos momentos buenos; pero también circunstancias difíciles, personales o económicas. Pero esas dificultades no nos llevan a hacer algo ilegal, o siquiera a pensar en esa posibilidad, porque sabemos que resolver los problemas pagando “coimas”, “cobrando” favores o consiguiendo dinero por la vía fácil nos avergonzaría y no nos permitiría mirar a los ojos a nuestros hijos.
Suelen decir los psicólogos de familias que los niños aprenden con el ejemplo de los padres y, sobre todo, con el de la madre. Por eso hoy me pongo a pensar en los niños y jóvenes que leen estas noticias. Resulta realmente preocupante que algunos de ellos lo celebren como si fuera cool que la ex primera dama se vaya del país “burlándose” del Poder Judicial y de la opinión pública.
Y es que los niños y los jóvenes sienten cada vez más una profunda decepción del statu quo, de la política, de las instituciones gubernamentales, de nuestra actuación como adultos. En el “mundo de los adultos” —en el que vamos construyendo marcos conceptuales lógicos que justifican acciones como estas— nos quedamos fastidiados por sentirnos engañados; pero los niños y jóvenes ven ejemplos. En lugar de entregar valores como sociedad —haciendo que las malas acciones sean castigadas con sanciones fuertes y oportunas— pareciera que se termina premiando la impunidad, a “Pepe, el vivo”. Y estos niños y jóvenes serán los próximos líderes del país: empresarios, trabajadores del sector privado, funcionarios públicos. Corremos el riesgo de que la corrupción que hoy nos parece sorprendente se vaya convirtiendo, poco a poco, en una práctica cada vez más normal, en el día a día de los próximos años.
Es por eso que me parece insuficiente “echarle” la culpa a alguien más. ¿Acaso no podríamos haber hecho las cosas de otra manera si realmente hubiésemos tenido la intención de hacerlo? No dejemos de enseñarles a nuestros hijos que la corrupción y la delincuencia, sea de la calle o la de saco y corbata, deben ser eliminadas de manera radical de nuestra sociedad. No dejemos de trabajar en inculcar valores a cada uno de nuestros niños y jóvenes con el ejemplo. Y no dejemos de exigirle a los actores políticos y funcionarios de los poderes del Estado que sean rigurosos en prevenir el crimen; en lugar de sentarse a fustigar la incapacidad de castigar la delincuencia y, con ello, fomentar la impunidad.
Giovanna Prialé
COMENTARIOS