Octavio Vinces

Nicolás Maduro, el fuerte

Nicolás Maduro, el fuerte
Octavio Vinces
19 de agosto del 2014

La debilidad y dispersión de sus adversarios fortalece al autócrata

Atormentado por las circunstancias que su antecesor y él mismo han creado, carente de recursos e incapaz de encontrar una salida, el gobierno de Nicolás Maduro continúa dando manotazos de ahogado. En las últimas semanas ha hablado abiertamente de un incremento en los precios de la gasolina, algo que para muchos constituiría un atentado contra un elemento de la vida venezolana encumbrado al nivel de símbolo patrio. La necesidad de elevar los precios es tan evidente que se cae de madura. En Venezuela la gasolina es más barata que el agua potable, y las propinas que se entregan a quienes la expenden superan largamente el precio que se paga por llenar el tanque del auto. Pero los costos políticos que esa medida acarrearía serían incalculables —al fin y al cabo se trata de un símbolo patrio machacado por años en las mentes de las mayorías por el propio Hugo Chávez— y el gobierno parece recular en sus intenciones.

Hace pocos días el canciller Elías Jaua anunció la designación de María Gabriela Chávez como embajadora alterna ante la ONU, una joven de perfil profesional subterráneo cuyo único mérito para ocupar tal cargo sería ser hija del difunto Hugo Chávez Frías. Como para rematar la lista de despropósitos, el gobierno ya anunció su intención de privatizar Citgo, la filial norteamericana de Petróleos de Venezuela (PDVSA), propietaria de tres refinerías que procesan alrededor de 750 mil barriles diarios y de más de 6 mil estaciones de servicio que, a través de los Estados Unidos, comercializan gasolina y lubricantes. La sensación es que el gobierno de Nicolás Maduro intenta alargar la agonía de un país desahuciado, vendiendo el único patrimonio que conserva.

A la escasez ya endémica de productos de primera necesidad y de medicinas, hay que sumarle ahora el déficit de boletos aéreos que se explica por la enorme deuda que mantiene el estado con las aerolíneas, debido a los controles de cambio impuestos en el país desde hace más de 10 años. Tomar un avión se ha convertido en una misión imposible en la Venezuela de hoy en día.

La lógica nos diría que este panorama aciago, enteramente achacable a la gestión del chavismo, tendría que ser capitalizado por la oposición democrática. Más aún cuando la figura del líder carismático que encarnaba Hugo Chávez ha salido de escena como consecuencia de su muerte prematura, y el liderazgo actual ha recaído en un personaje con notorias deficiencias. Pero esto no es lo que necesariamente está sucediendo. ¿Existe una explicación?

Hugo Chávez Frías capitalizó un discurso contrario a los partidos políticos tradicionales. Un discurso que provenía de la izquierda radical, pero también de la derecha más conservadora. Triunfador en una coyuntura de hartazgo y descontento, tuvo la habilidad —acaso más por su obediencia ciega al manual cubano, que por su propio talento— para enquistarse en el poder, manipulando las condiciones políticas y sociales del país de manera que le fue posible obtener el control casi total de las instituciones. Este enemigo declarado de los partidos tradicionales terminó fundando y construyendo un partido político tradicional. Con estamentos internos, una amplia red de sucursales y bases organizadas. Y que además cuenta con una valiosa alianza con las fuerzas armadas.

El Partido Socialista Único de Venezuela (PSUV) es, en efecto, capaz de brindarle hoy en día a Maduro y a su gobierno una organización que sirve de escudo protector en medio de una crisis devastadora. Mientras tanto, la oposición se desbarata carente de un liderazgo central, fragmentada en grupos pequeños sin organización ni bases. Y el liderazgo de Henrique Capriles Radonski se resiente, luego de algunas coyunturas favorables que no fueron debidamente aprovechadas y cuya repetición parece cada vez más lejana gracias a los que, de manera pueril e irresponsable, convocaron a las barricadas en febrero de este año.

Quienes predicaron por años que el fin del chavismo vendría de la mano de la crisis que su modelo económico tenía que propiciar, podrían estar sintiendo que la verificación de su hipótesis está más próxima que nunca. Habría que recordar, sin embargo, que los partidos políticos sólidos han demostrado ser estupendos para resistir los momentos críticos, sobre todo cuando la oposición es incapaz de encontrar el rumbo. Algunas veces esto permite corregir los errores y mejorar las cosas, como en el caso del PRI mexicano. Pero otras, puede conducir a la consolidación de un régimen de partido único, como en la Cuba de los hermanos Castro.

Por Octavio Vinces

Octavio Vinces
19 de agosto del 2014

NOTICIAS RELACIONADAS >

El nuevo rostro de Bolívar

Columnas

El nuevo rostro de Bolívar

Paciencia, sensatez y sentido común, fundamentales en Venezuela   ...

11 de diciembre
Villanos en el campo de juego

Columnas

Villanos en el campo de juego

El gran parecido entre la tolerancia venal de la Conmebol y ciertos ca...

02 de julio
Estirpes, herederos y dinastías republicanas

Columnas

Estirpes, herederos y dinastías republicanas

A propósito de uno de los dudosos legados de los discursos antisistem...

25 de junio

COMENTARIOS