Neptalí Carpio

Muñoz y el espejismo de las clases medias

¿Existió una conspiración electoral mediática?

Muñoz y el espejismo de las clases medias
Neptalí Carpio
12 de octubre del 2018

 

Los detractores del triunfo de Jorge Muñoz en la alcaldía de Lima atribuyen el inusitado crecimiento del actual alcalde de Miraflores en días previos a la elección a un operativo de grupos mediáticos, que estuvieron interesados en bloquear las candidaturas de Ricardo Belmont y Daniel Urresti. Los más delirantes llegan a la conclusión de que incluso grupos económicos ligados a cuestionados empresas constructoras estuvieron detrás de esa acción para construir un escenario maniqueísta que casi obligue a la población a votar por el “colorado”. Habría entonces intereses económicos que catapultaron a Muñoz a la alcaldía metropolitana para asegurar sus pingues negocios.

Este análisis simplón no llega a entender el peso de las clases medias en la generación de corrientes de opinión para variar tendencias. No imaginan siquiera que detrás del triunfo de Muñoz estuvo una sinergia entre la clase media tradicional de los distritos de Miraflores, San Isidro, San Borja y, Jesús María, entre otros —lo que se llama “Lima moderna”— con la clase media emergente que ha crecido de manera consistente durante los últimos 25 años en las diversas Limas (Norte, Sur, Este y San Juan de Lurigancho). Eso explica que en distritos como Ate, Comas, San Martín y San Juan de Miraflores, entre otros, el actual alcalde de Lima obtuvo una votación proporcional más alta que en el distrito donde es actualmente alcalde.

Para quienes tienen una visión anquilosada de la realidad de Lima, el candidato Muñoz era cuestionable por la instalación de estacionamiento subterráneos, sus iniciativas de reconocimiento a las minorías sexuales, la promoción de la cultura y el orden urbano, incluso a costa de maltratar a unos cuantos gatos o trasladar árboles. Pero a las nuevas generaciones de profesionales, estudiantes y empresarios de lo que antes llamábamos “conos populares”, ese modelo de ciudad les pareció atractivo; en parte porque los niveles de congestionamiento en estas zonas metropolitanas también requieren de una visión moderna de la ciudad. Los viejos urbanistas y algunos líderes políticos aún no llegan a entender que ahora un ciudadano de San Juan de Lurigancho, Ate o San Martín de Porres se siente en el mismo nivel que un ciudadano de San Isidro o Miraflores, situación que no se condice con las diferencias urbanas y ordenamientos de sus espacios urbanos.

Bastaría solo con observar los miles de jóvenes profesionales que diariamente se trasladan desde la estación El Naranjal hacia Canaval y Moreyra, para trabajar en el Centro Financiero y otras entidades públicas y privadas, para darse cuenta de este cambio de mentalidad. Algo similar se puede observar con otros miles de jóvenes que —a través de la Línea 1 del Metro— se trasladan desde San Juan de Lurigancho o Villa El Salvador para realizar negocios, estudiar o trabajar en los entornos de los paraderos de la Estación de la Cultura, en Angamos o la av. Parque Norte. En esos espacios se está produciendo una socialización que intercambia experiencias de jóvenes, empleados o empresarios de la “Lima moderna” con las “Limas emergentes”. Pero para algunos, atrapados en antiguos enfoques clasistas de la realidad metropolitana, o que creen que los pobladores de Lima Norte o Lima Este siguen siendo de las “clases populares más bajas”, un fenómeno electoral como el de Muñoz, solo puede explicarse por una conspiración mediática.

Es cierto que, por ejemplo, detrás de los 72,000 electores en Ate o los 82,000 votos que en San Martin de Porres obtuvo Muñoz puede haber mucho de espejismo o un cándido sueño de quienes creen en aquel eslogan del “colorado”, de convertir Lima en “Limaflores”. El propio escaso presupuesto con que contará la Municipalidad de Lima para el próximo año 2019, pronto puede hacer esfumar esas expectativas como pompas de jabón. Pero aquello es muy diferente del juicio de quienes no se atreven a dar una explicación racional de la nueva realidad de Lima, expresada en el espejo electoral, y que reducen las causas de su derrota a juicios elementales.

En algún momento esas clases medias tenían su mirada puesta en Renzo Reggiardo, a quien durante meses respaldaron en las encuestas. En otro momento voltearon hacia Ricardo Belmont y luego a Urresti, desde diversas expectativas, para afrontar los problemas de seguridad, una gestión honesta o un liderazgo fuerte en la conducción de la comuna metropolitana, según el tipo de liderazgo que mostraba uno y otro. Pero los graves errores cometidos por los dos primeros, y los temores frente al segundo, terminaron por generar un “volteretazo” hacia un candidato más sensato, honesto y de tradición municipalista, como Jorge Muñoz.

Resulta sintomático que en ningún momento esos sectores sociales hayan mirado en las izquierdas o el fujimorismo una alternativa que colme sus expectativas. Y es de esos sectores de donde provienen las críticas más afiebradas para reducir el triunfo de Muñoz a una acción mediática de grupos económicos de poder. En ellos no asoma, hasta hoy, ningún ánimo de autocrítica, por lo menos para reconocer que tienen que hacer una nueva lectura sobre la realidad social y económica de Lima Metropolitana, y construir un nuevo relato que los acerque a estas clases medias y otros sectores sociales.

 

Neptalí Carpio
12 de octubre del 2018

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