Luis Cáceres Álvarez

Muere la democracia en Perú, pero pocos lloran la pérdida

Muere la democracia en Perú, pero pocos lloran la pérdida
Luis Cáceres Álvarez
04 de agosto del 2016

Traducción al español de un reportaje realizado en el Perú por Hunter S. Thompson, padre del periodismo gonzo.

En el siglo XX se decía que el país estaba obligado a cumplir una década de democracia seguidos por diez años de dictadura. Hoy parece superada esa maldición, pues la democracia peruana se mantiene férrea tras cuatro elecciones constitucionales sin obstáculos. Las marchas militares han bajado su volumen. La algarabía del 195 aniversario de la independencia se ha convertido en resaca para el nuevo presidente. Proyectos, diversas declaraciones y cambios lo acompañarán ahora.

Algunos rituales sociales y políticos ya no existen, pero otros aún siguen vigentes desde que Hunter S. Thompson retrató al Perú en 1962 y 1963. “Democracy dies in Perú, but few seem to mourn its passing” es uno de los artículos que escribió sobre Latinoamérica para el periódico National Observer. Fue publicado el lunes 27 de agosto de 1962no traducido por completo desde entonces, antes de que Thompson forjara su distintivo estilo gonzo y el subgénero del Nuevo Periodismo.

En ese artículo cubrió el deterioro gubernamental por el golpe militar de Ricardo Pérez Godoy a Manuel Prado Ugarteche, a diez días de terminar su periodo —un 18 de julio de 1962, justo el día en que el periodista cumplía 25 años—, las propuestas de una nueva elección y la indiferencia ciudadana sobre la "democracia" de la época. Según Thompson, los pobres de Lima eran “increíblemente primitivos” y la oligarquía en extremo corrupta e insoportable. “(...) Las personas que necesitan la democracia ni siquiera saben lo que significa la palabra; las personas que saben lo que significa no la necesitan y no les importa que se lo digan. (…) Las calles están repletas de ladrones, todos ebrios por el pisco (…)”.

Escrito por el periodista Brian Kevin The footloose american. Following Hunter S. Thompson trail across South America es el libro que muestra las rutas de viaje, los contratiempos, pesares y capítulos olvidados de la vida del aventurero en América del Sur. En él, Brian Kevin señala que cuando Thompson llegó al Perú, la alegría no lo acompañaba. De hecho, estaba malhumorado todos los días, y se desmoronaba física y psicológicamente por cómo lo trataba el continente hasta ese momento en la habitación de su hotel en Lima. Los médicos le recomendaron consumir solo pan y agua mineral porque sus tripas estaban hinchadas por "el veneno" que representaba la comida. No tenía dinero. Nada de sexo y drogas. Su español era malo y no muchos entendían su sentido del humor. 

¿Una de las semillas del periodismo gonzo? Podría decirse que los rones en Puerto Rico, el contrabando en Colombia, el calor del Ecuador, los apus de Perú y Bolivia, y las calles de Asunción, Buenos Aires y Río de Janeiro transformaron su mirada al regresar un año después. Más tarde diagnosticaría “la muerte del sueño americano” en Estados Unidos.

 

******

La “muerte de la democracia" no ha dejado un gran vacío en el Perú. Fue más bien como la muerte del viejo tío de alguien, cuyo nombre casi no había sido mencionado en el hogar durante años. Pero murió donde siempre había vivido, en alguna lejana ciudad que la familia jamás se decidió a visitar. Aunque siempre habían querido, o al menos eso es lo que dijeron.

Si hay una realidad más profunda en la política peruana, es simplemente que el país no tiene una tradición democrática. Cualquier intento de introducir una, por otra parte, va a enfrentarse con la violenta oposición. Las personas que necesitan la democracia ni siquiera saben lo que significa la palabra; las personas que saben lo que significa no la necesitan y no les importa que se lo digan. Si la Alianza para el Progreso requiere de la democracia en el Perú para convertirse en hecho, en lugar de solo una palabra agradable, entonces la Alianza está paseando en trineo también.

Si el pueblo peruano estuviera tan interesado por la democracia como está el presidente Kennedy, el país estaría en medio de una violenta guerra civil. Lo que ocurrió en Lima el 18 de julio fue más que suficiente para desencadenar conflictos armados en muchos países del mundo. Y se confirmó el 24 de julio, cuando el gobierno no elegido emitió un decreto ley asumiendo el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. El tercer país más grande en América del Sur pasaba, oficialmente, a manos de los militares. El segundo, Argentina, había proporcionado un ejemplo fácil de seguir unos cinco meses antes.

Cuando la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) ganó las elecciones peruanas el 10 de junio, el ejército llamó a la votación un "fraude", se hizo cargo del gobierno, anuló lo que muchos (incluyendo muchas fuentes estadounidenses) llamaron la elección más honesta y menos fraudulenta de la historia del Perú, e instaló una dictadura militar.

 

La vida sigue igual que antes

Sin embargo, la vida continúa en Lima como si nada hubiera pasado. Las calles están llenas de chicas guapas y hombres en trajes de negocios. Las tiendas opulentas lindan con los carros en la avenida Piérola y el suave roce del dinero cambiando de mano a mano. Y los bares abiertos toda la noche todavía suenan como si sus frenéticos clientes, bebedores de pisco, hubieran perdido la esperanza de volver a ver otro amanecer.

La ciudad está llena de gente que dice que lo sucedido es nada en absoluto. Es tonto, dicen, hablar sobre la junta militar, que ha “apoderado de las riendas”, porque la junta no es más que una versión uniformada del mismo bloque de poder que se ha mantenido durante siglos.

Es solo en tiempos de crisis que el bloque de poder se pone las botas y va a la calle con armas. En tiempos de paz está ocupado con otras actividades, menos militantes; sobre todo mantenerse a sí mismo, en el estilo al que hace tiempo se ha acostumbrado. Tan antigua como los Incas, la élite es representada por “las cuarenta familias”, una todopoderosa aristocracia.

"Eso es lo que Kennedy no entiende", explicó un hombre de negocios estadounidense en Lima. "No se puede tener democracia aquí abajo. La gente no lo entiende". (Embajador de los Estados Unidos James Loeb) salió a jugar fútbol y se sentó en la tribuna con la gente comúnlo vi apoyarse con los pies en la parte superior¿Por qué?, pensaron que él estaba loco. Fue absolutamente incomprensible, incluso para la gente que estaba tratando convertir en amigos. "Si quiere llegar a algo aquí abajo, lo que tiene que hacer es que la gente lo respete".

Desde el principio de su historia, el pueblo peruano ha sido condicionado a entender que sólo hay dos clases de seres humanos: los de adentro y los de afuera. En un libro llamado Las antiguas civilizaciones del Perú”, se lee que "el Estado inca garantizó a la gente luchar contra el hambre, la explotación,  y conseguir todo lo que faltara, pero se reglamentó rigurosamente y no les dejó otra opción, la independencia, o la iniciativa (...)” Hubo una gran clase de sacerdotes y nobles apoyados por las masas. Los tributos llegaron, principalmente, de la mano de obra de los campesinos, quienes se beneficiaron muy poco de ello.

 

Tradiciones centenarias

Eso fue en 1438, y poco ha cambiado desde entonces, excepto que los campesinos ya no están protegidos del hambre, la explotación,  y cualquier tipo de necesidad. Existe una amplia evidencia de esas condiciones, incluso en Lima, que se diferencia del resto de Perú tanto como Manhattan difiere de las montañas del este de Kentucky .

La extraña suposición en la comunidad empresarial de Lima —estadounidenses y peruanos por igual —es que el presidente Kennedy se uniría a ellos con el respaldo al sistema peruano "si pudiera entenderlo, y dejar de prestar tanta atención a Loeb".

El embajador de los Estados Unidos es sin duda el hombre más cuestionado en Perú. No hay un hombre en el Club de la Banca y Comercio, entre otros lugares, quien no diga dónde se equivocó  y, exactamente, lo que debió haber hecho en su lugar. La crítica más común es que se trató de forzar-alimentar la democracia a un pueblo que no tenía idea de lo que él hablaba.

El presidente de la junta, Gen. Manuel Pérez Godoy, ha llamado rotundamente a Mr. Loeb "un aprista" (seguidor del APRA), lo cual es como ser llamado un enemigo del Estado. En los círculos de negocios es Loeb, quien obtiene la mayor parte de la culpa por la negativa de Estados Unidos en reconocer a la junta. El sentimiento general es que Mr. Kennedy fue "engañado".

 

Un orador impresionante

El General Pérez ha impresionado a los periodistas extranjeros en Lima por su manejo de la palabra y los significados. Él es un orador impresionante, y en su primera declaración después de la toma de posesión se explicó de esta manera: "Hemos visto un proceso electoral fraudulento en el que no se han respetado los más básicos y elementales derechos de los ciudadanos. Las fuerzas armadas han visto el dolor, la ansiedad, labios apretados y ojos exprimidos, por este sacrificio de nuestro pueblo, de nuestro país, de nuestro futuro".

El hecho de que las fuerzas armadas hayan sido capaces de desenterrar sólo 70 votos fraudulentos, de un total de 2.000.000, no impidió que el General Pérez vaya a la televisión para amplificar y reiterar sus sentimientos. Esto fue un duro para los 600.000 olvidados votantes quienes habían confiado por el APRA y el Dr. Víctor Raúl Haya de la Torre.

Es difícil, de hecho, encontrar a alguien que crea que los militares asumieron el cargo por "un gran fraude electoral". El Jurado Nacional de Elecciones, un grupo de respetados juristas sin vínculos con el APRA, investigó los cargos y se encontró que, aunque se haya dado casos aislados de falsa inscripción y el voto múltiple, la suma de las infracciones era demasiado pequeña como para tener algún efecto en el resultado. El Presidente Manuel Prado estuvo de acuerdo y fue exiliado a París por sus esfuerzos cuando el ejército decidió respaldar sus cargos con un tanque Sherman y un batallón Ranger entrenado por los Estados Unidos.

 

Nuevas elecciones están programadas

La junta ha programado nuevas elecciones para el 9 de junio de 1963, pero las únicas personas en Lima que parecen creerlo son los taxistas, los empleados de hoteles, y surtido de pequeños trabajadores quienes votaron por el General Manuel Odría, el dictador desde 1948 a 1956. En el círculo que está de acuerdo con la toma de control -es decir, la comunidad de negocios y finanzas- la apuesta corre en contra de las elecciones del próximo año, "Estos muchachos se quedan", dijo el presidente de la sociedad de negociantes estadounidense. "Una vez que consiguen el sabor del azúcar en sus lenguas, no van a renunciar a ella" .

 

 

Fotografía: Hunter S. Thompson

Por: Luis Cáceres Álvarez

 
Luis Cáceres Álvarez
04 de agosto del 2016

COMENTARIOS