Dante Bobadilla

Moralejas de la política

Moralejas de la política
Dante Bobadilla
27 de agosto del 2015

Un balance crítico sobre la polémica Ley de Partidos Políticos

La única amenaza a la democracia no son las dictaduras. La democracia tiene muchos enemigos que debemos reconocer convenientemente. No hay mejor manera de socavar una democracia que destruyendo sus instituciones. Y una de las principales instituciones de la democracia son los partidos políticos. Por consiguiente, los destructores de partidos políticos, mediante campañas de desprestigio sistemático, son enemigos de la democracia.

Tradicionalmente ha sido la izquierda el sector más dedicado a la destrucción de los partidos políticos y del sistema de partidos políticos en general, desde hace medio siglo. El abanderado en este combate fue el dictador Juan Velasco Alvarado, quien los llamaba con desprecio “partidos tradicionales”. Desde entonces se instaló en el Perú la mala costumbre de mirar con desprecio a los partidos y tratar de fundar nuevas alternativas improvisadas. Apareció así el “candidato independiente” como si se tratara de un plus en el perfil político. Desde el triunfo de Alberto Fujimori en 1990, quedó la imagen mítica del outsider como un sueño al que aspira todo trepador. Hay que decir con toda claridad que nunca más hubo otro outsider, pero el término quedó y hoy solo sirve para despertar ilusiones y expectativas en cada campaña. Lo que sobra en estos tiempos son los outsiders y “clubes de Toby” fungiendo como nuevos partidos, además de los llamados “vientres de alquiler”. Todos ellos constituyen serias amenazas para una democracia, pero paradójicamente no se les combate.

La inútil Ley de Partidos Políticos no resuelve ninguno de estos problemas. Por el contrario, ha sido funesta al permitir la explosión de movimientos regionales que acabaron despedazando el sistema de partidos. Como gran solución, se pretende ahora que el Estado financie a los partidos alegando argumentos que pecan de ingenuos, por decir lo menos. Se dice que los aportes del Estado impedirán que ingresen dineros sucios a los partidos. Nadie ha explicado cuál es la magia y el poder que tiene el dinero del Estado para impedir que el narcotráfico meta dinero en las campañas y compre candidatos. La idea de que el dinero del Estado tiene un misterioso poder para bloquear a la mafia no pasa de ser una superchería mística producto del pensamiento mágico y del estatismo popular tan extendido, según el cual el Estado es un dios todopoderoso que todo lo arregla con su santo dinero.

Es una mala costumbre pretender arreglarlo todo metiendo la mano en el erario público. Por regla general, lo primero que genera el dinero público es corrupción. Creer que los partidos usarán el dinero público para crear comités y capacitar jóvenes, y que la ONPE garantizará la Tierra Prometida, nos revela que aún estamos llenos de gente ingenua y desquiciada, y que padecemos de la incapacidad para aprender de los errores históricos y de los principios básicos de la conducta humana. Lejos de mirar la realidad de nuestra gente, los soñadores promotores de la ley inútil apelan al peor de todos los argumentos: “en otro países también existe”. Somos campeones haciendo leyes pomposas e inservibles. Ya deberíamos instalar en la Plaza Bolívar un museo de leyes basura con todas esas que nos han dado más problemas que soluciones, empezando por la de regionalización y acabando por la de partidos políticos.

Por: Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
27 de agosto del 2015

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