Rocío Valverde

Mercados alemanes en Inglaterra

Mercados alemanes en Inglaterra
Rocío Valverde
28 de noviembre del 2016

Una estampa tradicional en las navidades europeas

Llegó al fin la temporada favorita de la humanidad, la navidad. Cínicos y fieles aman esta época de igual manera porque con ella llegan las luces navideñas con ese contagioso color y peculiar brillo. La ciudad se maquilla con luces multicolores, seres alados y con trompetas llenan las esquinas, los árboles de las calles son adornados con lazos y piñas. En Europa las plazas y parques se llenan de mercados navideños. El consumismo se dispara y nuestras billeteras, al ritmo de los villancicos, marchan alegremente hacia la caja registradora.

Los mercados navideños son la estampa de tradición europea, con sus orígenes remontándose a la Edad Media en Alemania. El primer mercado alemán que llegó a Inglaterra desembarcó en la ciudad de Lincoln en 1982 y contaba únicamente con 11 puestos. Hoy en día son más de 250 los puestos de madera que contrastan con la plaza que los cobija, entre el Castillo de Lincoln y la catedral gótica.

Mi primer encuentro con un mercado alemán fue en Birmingham, donde año tras año llegan las caravanas de mercaderes alemanes provenientes de Frankfurt. La calle mayor y la Plaza Victoria se colman de puestecitos de madera llenos de artesanías, maquetas de trenes a vapor pintados con una delicadeza magistral, ángeles tallados en madera, títeres y natividades, entre otras obras hechas por finas manos obreras. Los puestos de comida son imprescindibles en cualquier mercado de estilo alemán. Encuentras así puestos de pretzels, mientras que la humareda te señala donde están las salchichas y hamburguesas de venado y avestruz. No falta la cerveza que corre por las calles como pan caliente y calienta a los asistentes, a pesar de que hace un frío que pela y enroncha.

El puesto de comida al que le tengo especial aprecio es el de los besos de moza. Verán, a mí cuando era pequeña me gustaba mucho ver los canales de música y vivía creyendo que Carlos Vives, Juan Luis Guerra y Shakira eran peruanos. Así también creía que eran productos de bandera el manjar blanco, los alfajores y los besos de moza. Con el paso de los años enmarqué con dulzura el recuerdo del merengue envuelto en una capa de chocolate negro, de la señora de trenzas negras que tenía su puestecito de madera frente al Parque del Avión del Rímac y de su libreta en la que apuntaba todos los besos de moza que me fiaba a mí, su leal casera.

Viendo en Birmingham ese puesto hecho con leños de madera, atendido por dos hombres ataviados con prendas naranjas y verdes que vendían sus negerkuss, se rompió el último dulce recuerdo peruano de mis días de colegio. En el momento en el que yo señalaba el puesto y estando a punto de gritar besos de moza, mi esposo me ganó por puesta de mano y me dijo:¡Besos de negra! Resulta, pues, que a los besos de moza se les conocen en más de veinte países y son originarias de Dinamarca. Esto solo me recordó una vez más lo mucho que me falta viajar.

Para curar un corazón al que le han quitado el último trocito de inocencia no hay nada mejor que el mulled wine, que no es nada más que un vino caliente, que ha sido hervido con especias y fruta. A este si lo conocía, pues en España los bares lo invitan a todos el día de Nochebuena. Debo decir que para mi paladar el mejor mulled wine de Inglaterra es el que sirven en Winter Wonderland en Londres. Winter Wonderland es una feria navideña que, además de comida, bebida y artesanía, cuenta con un parque de atracciones. Se encuentra en Hyde Park un parque al que le tengo mucho cariño pues en él mi madre casi comete filicidio, por hacerla andar más de cuatro horas visitando todos los recovecos y jardines que conforman Hyde Park. Con esta descripción se pueden imaginar lo inmensa que es esta feria navideña, pero no pueden imaginar ni de cerca las sensaciones que se viven en el lugar más feliz de Londres. Conciertos, obras de teatro sobre hielo, pista de patinaje, puestos de salchichas de cerdo y vegetarianas, aroma a algodón de azúcar y todo los juegos que la imaginación les permita inventar.

Este diciembre volveré como cada año a recargarme de la alegría y el calor humano que se echa en falta en las grandes ciudades. Estos mercados alemanes han llegado hace unos años hasta Norteamérica. ¿Alguien se anima a hacerlo en Perú?

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
28 de noviembre del 2016

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