¿Mayoría calificada?

El papel del fujimorismo en el nuevo Congreso

Como era previsible, la mayoría obtenida por Fuerza Popular en el Congreso de la República hace que algunos periodistas de emisoras huancaínas les recuerden a sus oyentes cómo se manejó el Congreso en los noventa, cómo esa mayoría fujimorista - según ellos - “hacían lo que les daba la gana”, con autoritarismo y sin observar el control ciudadano. Dudan que los nuevos parlamentarios puedan contribuir a ejercer un equilibrio de poderes.

Haya de la Torre –  nos cuenta el historiador Antonio Zapata, en su libro Pensando a la derecha - “creó la teoría del Congreso como primer poder del Estado” para disculpar la coalición del APRA con la UNO, de Manuel Odría; pacto por el que los apristas votan por la Unión Nacional Odriista y, en retribución, controlarían el Congreso.

Si fuéramos una democracia decente, madura y con dos dedos de frente, no tendría porque despertar sospechas ni temores una mayoría parlamentaría del mismo partido de gobierno para viabilizar la gobernabilidad. Sin embargo, los periodistas radiales de Huancayo y de provincias conocen a sus paisanos y vecinos que hoy se hicieron “padres de la patria”; saben de qué pie cojean, conocen sus limitaciones intelectuales y morales, saben de sus liderazgos endebles, han investigado y denunciado sus “chicharrones” o no hay vida pública política, social y profesional conocida. Así, ese primer poder del Estado del que habla Haya de la Torre, sería una debilidad en tiempos de tantas suspicacias y de autoritarismos animando el alma nacional, de pobres desempeños parlamentarios del que se seguirá hablando más adelante. ¿Qué cambio dramático hubo para mejorar la política?

La representación provinciana llega a Lima con una agenda diferente; de la patria chica: inmediatista y clientelista. ¿Qué tendrían en común Luis Galarreta y Lourdes Alcorta con una mayoría calificada de fujimoristas de reciente cuño elegidos masivamente en provincias?  Ese es el temor provinciano, que la visión limeña - con mejores luces y manejos - someta a la poca o nula ilustración e iniciativas de la nueva mayoría y queden postergadas las aspiraciones provincianas; que el beeper, el wasap de los noventa, ningunee las voces discrepantes, llamando al orden y disciplina semidemocráticos.

La duda es legítima, el temor no es en vano, los partidos políticos carecen de democracia interna, el verticalismo domina la vida nacional. Ya elegidas las autoridades legislativas y habiendo alcanzado el cometido de las glorias del poder político, las semanas de representación parlamentaria que vendrán más adelante, no serán aprovechadas para llevar a los poderes del Estado las urgencias nacionales para su atención, tampoco para edificar esa sociedad ideal que se nos escapa de las manos, en la dolorosa utopía.    

Si las derechas políticas vienen a quedarse, será de responsabilidad del siguiente gobierno. Tiene la enorme y difícil tarea de construir modernidad y decencia pública tan venida a menos. Crecimiento económico no es todo.

No valen los centros comerciales y comida apetitosa si los sicarios controlan las calles y si la exclusión sigue siendo la constante nacional.

Sospechamos que no habrá desencuentros traumáticos entre ejecutivo y legislativo, gobernando en una sola línea y sin visiones diferentes. Esa mayoría calificada deberá dar señales inequívocas de que no revivirán los espíritus antidemocráticos condenables y capaces de integrar al adversario. Desafortunados aires de prepotencia no ayudan. Los consensos y aliados para mejores entendimientos suenan mejor que bochornosos carpetazos arrinconando a las minorías.   

Por: Manuel Gago