Tino Santander

Matar a la hija

Matar a la hija
Tino Santander
22 de diciembre del 2015

Sobre las pugnas internas en las filas del fujimorismo

La metáfora, freudiana de “matar al padre” se refiere al oponerse a la voluntad paterna y tomar un camino propio.  La vida, las ideas o los principios del hijo son una negación de los del padre.

Keiko Fujimori, tímidamente ha intentado tomar un camino propio a pesar de pertenecer a un clan familiar sediento de poder. Es un partido que lo dirigen la familia Fujimori y sus allegados.

La aparente decisión política de vetar o prescindir de los “históricos” dirigentes fujimoristas ha sido condenada por el ex presidente Fujimori, quien desde la prisión envió una carta en la que desautoriza a los dirigentes fujimoristas.

Keiko, no “mató al padre”, es Alberto Fujimori -el padre- quien “mata a –Keiko- la hija”. El ex presidente no soporta ni tolera que su hija (una joven inexperta) tome decisiones políticas con autonomía. Él sigue siendo el jefe del partido, lo demás es contingente, su última misiva ridiculiza a Keiko como líder del fujimorismo.

Alberto Fujimori es idéntico a Jean Marie Le Pen,  líder fascista francés, quien declaró que el mariscal Pétain, recordado como el artífice del colaboracionismo francés con el nazismo que deportó y exterminó a miles de judíos franceses, no era una traidor. Pétain  avergüenza al pueblo galo.

Estas declaraciones y otras provocaron su expulsión del Frente Nacional, partido ultraderechista que él fundó. El pedido de separación fue propuesto por su hija Marine Le Pen, quien dijo: “por qué me voy a portar como hija, cuando él no se porta como padre”.

Los partidos o clanes familiares que aspiran al poder se convierten en un riesgo para las democracias republicanas. La lucha por el poder en los clanes familiares es  patética y dramática. El ejemplo francés nos sirve a los peruanos para tomar decisiones políticas democráticas.

Hemos visto a Isaac Humala “padre” del presidente Ollanta Humala, llamarlo “cosito,” “pisado”, “traidor”, “cobarde” e “indigno del apellido Humala”. El jefe del clan nacionalista intentó denigrar y matar políticamente a su hijo, Ollanta Humala, quien lo ignoró y lo sustituyó  por el Nobel y novísimo socialité Mario Vargas Llosa, adoptando la confusa hoja de ruta.

Ollanta Humala pregona que gobierna con su esposa Nadine Heredia, procesada por “lavado de activos”, “evasión tributaria”, “usurpación de poder”, etc. Los gobiernos de clanes familiares y sus amigotes siempre terminan mal. La historia, vieja maestra de la vida, nos da lecciones que no debemos olvidar.

¿Tendrá Keiko Fujimori el valor político para “matar al padre” y construir un movimiento democrático y republicano? La respuesta es: NO. Porque pertenece a un clan familiar que se apoya en la ansiedad de orden y afecto del pueblo por la ausencia del padre (Estado). El fujimorismo es consecuencia del fracaso de los partidos políticos desconectados de la realidad nacional.

Keiko y Alberto Fujimori son lo mismo. El marketing electoral nos quiere vender un fujimorismo renovado. Falso. No existe renovación ni ideológica ni política, simplemente nuevo maquillaje.

Si gana Keiko, no tiene otro camino que indultar a su padre que es un político con sed de poder y venganza. Es repetir la historia de Héctor Cámpora, que renunció a la presidencia Argentina en julio de 1973 para entregarla a Juan Domingo Perón. No olvidemos la historia. Alberto Fujimori desde la prisión puede volver a ser presidente, y el Perú volvería la violencia política.

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Por: Tino Santander Joo

Tino Santander
22 de diciembre del 2015

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