Martin Santivañez

Matando al mensajero

Matando al mensajero
Martin Santivañez
30 de mayo del 2017

La situación del Contralor en debate

Los ataques contra el Contralor pueden estar fundados o no. Lo que corresponde a una democracia es el control de las instituciones y de los funcionarios públicos. También de los procesos. Los informes de la Contraloría deben ser técnicos e imparciales pero inevitablemente se internan en el terreno político cuando actúan sobre los hechos producto del mandato de un gobierno. Ahora bien, si de lo que se trata es de analizar el rol del control es preciso deslindar qué papel juega el Contralor, cuál es la postura técnica de la Contraloría y el propio contenido del informe.

El Contralor, como todo funcionario público, no es un semidios. Si su actuación se encuentra sometida a duda razonable, debe ser investigado y, llegado el caso, sancionado. Ningún grupo político puede avalar los delitos o los errores de los funcionarios públicos. Juscelino Kubitschek, el que fuera Presidente de Brasil, tenía una frase lapidaria para este tipo de situaciones: “Yo no tengo compromisos con el error”. El compromiso con el error genera una factura política impagable. Por eso, si la persona ha cometido un error o un delito lo mejor es asegurar el debido proceso y el respectivo descargo, pero no ensayar una defensa cerrada mientras subsista una duda razonable.

Caso distinto es el de la Contraloría. La Contraloría no es el Contralor. La Contraloría es un organismo formado por cientos de técnicos profesionales que trabajan en condiciones difíciles enfrentándose a políticos e inquisidores mediáticos. La Contraloría sobrevivirá a los contralores. Es preciso deslindar las actuaciones personales de las manifestaciones institucionales. Hay que tener mucho cuidado porque algunos no solo quieren destruir al Contralor. En el fondo, lo que buscan, es la liquidación del sistema de control nacional para así poder efectuar sus lobbies sin barreras ni equilibrios. Por eso, la Contraloría debe subsistir empoderada, fortalecida, con independencia y presupuesto suficientes para ejercer el control sin que penda sobre ella la espada de Damocles de la venganza de los corruptos.

En el caso concreto que hoy ha generado una crisis, lo esencial es revisar el mensaje. Matar al mensajero es común cuando los argumentos son insuficientes para ensayar una defensa sólida ante un caso difícil. El mensaje, el informe de la Contraloría, es esencial para entender todo este proceso. Escudriñemos el informe, iniciemos un gran debate nacional sobre lo que dice, contrastando sus conclusiones, examinando una a una sus premisas. ¿No nos damos cuenta que el mensaje es la clave de este ajuste de cuentas? Se engañan los que creen que matando al mensajero eliminan el mensaje. Tarde o temprano la verdad se abre paso y genera escándalos imposibles de enterrar.  

Martin Santivañez
30 de mayo del 2017

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