Javier Agreda

Martín Adán: Itinerario de un poeta

Martín Adán: Itinerario de un poeta
Javier Agreda
30 de enero del 2015

A treinta años de la desaparición física del gran poeta peruano.

Hace exactamente treinta años, el 29 de enero de 1985, falleció en el Hospital Loayza Rafael de la Puente Benavides (Lima, 1908), literariamente conocido con el seudónimo de Martín Adán, quien entonces era considerado unánimemente como “el mayor poeta peruano vivo”. Un consenso inusual en nuestro medio, tan marcado por las rivalidades entre escritores; pero en el caso de Martín Adán, la calidad y originalidad de su obra, así como su erudición personal, estaban más allá de cualquier discusión. Y todo ello a pesar de que sus poemarios casi siempre han estado fuera de circulación; algo que en alguna medida fue remediado con la publicación del libro Martín Adán. Obra poética en prosa y verso (PUCP, 2006), un volumen de casi 800 páginas que reunió la totalidad de su obra.

Martín Adán debutó literariamente con el mítico libro La casa de cartón (1928), una novela “vanguardista” o “un largo poema en prosa” que, según el propio autor, escribió “siendo colegial para ejercitarme en las reglas que el profesor de Gramática nos daba”. El libro cuenta las experiencias de un adolescente durante un verano en el balneario de Barranco. Pero casi no hay trama narrativa, pues el libro está formado más que nada por las descripciones que este adolescente hace de las casas, las calles y los habitantes de Barranco; descripciones en las que Martín Adán puso todo su talento poético, conjugando imágenes, metáforas y símiles con elaborados juegos verbales y un verdadero virtuosismo en el manejo de la retórica.

De la misma época son los poemas de Itinerario de primavera (1927- 1932), muchos de ellos publicados originalmente en la revista Amauta. Este primer ciclo creativo se cierra con el romance La campana Catalina (1936) y el mítico poema Aloysius Acker que Martín Adán escribió en 1931 y que a pesar de no haber sido publicado circuló en versiones manuscritas. Hacia mediados de la década del 30 Martín Adán formó parte de la “vuelta al orden”, el retorno a las formas métricas y estróficas tradicionales de los más destacados escritores vanguardistas del mundo de habla hispana. A esta etapa corresponde La rosa de la espinela (1939) y el ambicioso poemario Travesía de extramares. Sonetos a Chopin (1950), textos en los que, según el crítico Ricardo Silva Santisteban, “Martín Adán alcanza quizás la perfección de su poesía dentro de una extrema austeridad verbal de máximo rigor”.

Después de varias crisis personales, Martín Adán iniciaría con Escrito a ciegas (1961) una tercera etapa de su obra, de la madurez, en la que los poemas, incluso sin perder el rigor formal, se hacen más claros y directos, cercanos a la “confesión sin barreras ni entramados” (RSS). Este periodo creativo incluye también los extensos poemas La mano desasida (1964) y La piedra absoluta (1966), además de los conjuntos Mi Darío (1967) y Diario de poeta (1976). Pero ya su salud estaba deteriorándose aceleradamente. En los años sesenta y ochenta fue internado sucesivamente en diversos hospitales, con largos periodos de permanencia en el Hospital Larco Herrera, que fueron el origen de las más peculiares leyendas en torno al poeta. Más allá de todo ello, toda la poesía de Martín Adán figura entre los más destacado de la literatura peruana del siglo XX.

Por Javier Ágreda
(30 - Ene - 2015)

Javier Agreda
30 de enero del 2015

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