Juan Carlos Valdivia

Manías autoritarias

Manías autoritarias
Juan Carlos Valdivia
04 de mayo del 2015

El Gobierno se acostumbró a tener un Congreso que le obedecía sin condiciones.        

Es obvio que el gobierno está usando la facultad de cerrar el Congreso que tiene constitucionalmente el Presidente de la República como un instrumento de presión hacia la oposición. Lo hizo a través de sus voceros de prensa cuando era una posibilidad el nombramiento de Pedro Cateriano, y lo hace ahora ya investido Cateriano como Presidente del Consejo de Ministros, a través de los voceros parlamentarios de la Presidenta del Partido Nacionalista.

Cateriano ha entrado en una etapa de silencio que para muchos es sospechosa. Luego de que recibiera el voto de investidura, ha desaparecido de la escena pública, con lo cual es difícil conocer cuál es su posición respecto a las declaraciones que vienen realizando parlamentarios palaciegos.

Lo cierto es que el gobierno se ha acostumbrado a un Congreso en el que tenía una mayoría disciplinada que hacía lo que se le ordenaba. Los proyectos que venían del Ejecutivo eran aprobados en las comisiones y el Pleno tal como eran enviados. El Ejecutivo no aceptaba discutir sus propuestas. Ni por propios, ni por extraños. Pero hoy esa mayoría disciplinada ya no existe, y la oposición ha despertado de su letargo.

Lo natural era resolver esta situación mediante el diálogo político o la conformación de nuevas alianzas que le permitieran mantener el control del Legislativo. Pero esto último es imposible en un gobierno que no quiere compartir el poder. Es más, lo tiene centralizado en el Presidente y su esposa. Por eso los esfuerzos dialogantes de Cateriano siempre tendrán un límite: la voluntad de la mal llamada pareja presidencial.

Es en este escenario en el que nos encontramos. Con una oposición que se ha hecho sentir con la censura de Ana Jara y con un gobierno que no entiende las maneras democráticas de resolver este problema. Por eso es los voceros palaciegos anuncian un choque de poderes.

La delegación de facultades se entiende en la lógica de un Ejecutivo con manías autoritarias, que no gusta del diálogo ni de la natural conciliación entre posiciones distintas. O es la suya o ninguna. Entonces, con un parlamento sobre el cual ya no tienen control, prefieren obtener facultades delegadas para legislar. Y para lograrlas usan la amenaza del cierre del Congreso.

¿Entrará Cateriano en este juego?

Por lo mostrado y anunciado por el mismo Cateriano, debe tener la pretensión de mantener el clima de armonía política, mientras logra resolver otro gran problema: la viabilidad del proyecto Tía María. Si logra sacar adelante el desarrollo minero en Arequipa, habrá dado una señal clara al mercado y dado un firme impulso a la economía, que aún no encuentra las razones para confiar en las medidas tomadas por un ministro muy ligero y sin capacidad de convencimiento. En este orden de cosas, Cateriano no debiera buscarse nuevos frentes, ni dilapidar el respaldo que otras fuerzas políticas le darían para enfrentar la situación en Arequipa. Como se dice, al elefante se le come a pedacitos. Y en este caso Cateriano debiera enfrentar un problema a la vez.

Pero eso, como ya sabemos, no depende solo de la voluntad del Presidente del Consejo de Ministros. En Palacio hay un poder informal que –en defensa de sus intereses- puede sentir que un Parlamento que no pueda controlar es demasiado incómodo.

Por Juan Carlos Valdivia
04 - May - 2015  

Juan Carlos Valdivia
04 de mayo del 2015

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