Rocío Valverde

Manchester

La reacciones en el Reino Unido ante el atentado

Manchester
Rocío Valverde
29 de mayo del 2017

La reacciones en el Reino Unido ante el atentado

“Ella sabe que es muy tarde mientras nos ve caminar. Su alma se desvanece, mas no mires atrás con ira, te escuché decir”. Se respiran emociones crudas. La congoja es generalizada, todas las miradas están nubladas por las lágrimas y todas las manos se agitan aplaudiendo el improvisado himno de paz que toda la ciudad ha cantado al unísono.

La noticia llegó cerca de las once de la noche, cuando estábamos a punto de ir a dormir. En las redes sociales comenzaban a circular la temida palabra: explosión. ¿Dónde esta vez? Este ataque ha remecido a la nación, pues el objetivo era matar a niños y adolescentes. La maldad y el fanatismo pusieron la mira en los componentes más indefensos de la sociedad y acabó con sus vidas en lo que dura el estribillo de una canción.

Hoy hemos conocido sus historias, sabemos quién se encontraba detrás de esas mantas blancas que cubrían la acera. La más pequeña ha sido una niña de ocho años que se llevó la peor parte de la explosión. Su familia se queda con el consuelo de que al menos la niña fue acunada durante sus últimos instantes por un héroe anónimo.

Otra niña buscaba desesperadamente a sus padres que habían ido a recogerla al concierto. Un día después del atentado la niña se convertiría en huérfana. ¿Cómo le explicas a una menor de catorce años lo que ha sucedido? ¿Cómo racionalizas este acto de brutal maldad que le ha dado un vuelco a su vida?

El grado de alerta de la nación se elevó a nivel crítico, y con ello han cambiado nuestras vidas de la noche a la mañana. Desde el altavoz de la estación del tren nos dicen sin cesar: “Atención pasajeros, si ven a alguien actuando de forma extraña por favor repórtenlo”, “Pasajeros, si ven una maleta sin dueño por favor díganlo”. Los militares están presentes en las calles como grandes mástiles, mientras que los policías caminan de un lado a otro las estaciones de trenes y nos pasan lista rápidamente con los ojos.

Quizás es porque mi madre estaba embarazada de mí cuando Sendero Luminoso voló el edificio que quedaba frente a su trabajo, quizás es porque el tren que explotó en Madrid en el 2004 es el que tomé todos los días durante seis años, quizás es mi pequeña fobia a las multitudes, pero siempre he tenido pavor de los trenes. Evito tomar trenes en hora punta y evito tomar trenes que tienen como destino final el aeropuerto, porque al ver a un mar de gente cargada de maletas acercándose a las puertas del vagón, mientras que al mismo tiempo otra muchedumbre intenta abandonarlo, no puedo dejar de pensar: por favor, que nada ni nadie explote. Esta ansiedad crece exponencialmente cada vez que hay un atentado. No es sano ni es normal, pero es lo que me ocurre.

Siempre cuento que lo que más me sorprendió del Reino Unido fue lo difícil que es encontrar un tacho de basura. Luego unos amigos me dirían que no hay tachos ni los habrá porque el modus operandi del grupo terrorista IRA consistía en dejar bombas en los contenedores de estaciones de tren y en los de la calle. Esta semana en Reading han puesto cinta alrededor de los tachos de basura de la estación de tren para que nadie se pueda acercar a ellos y en el centro comercial simplemente han desaparecido los tachos de basura y casilleros. Esta observación cobrará sentido pronto.

Mi esposo quiso deshacerse del tronco de una manzana y se acercó a uno de los guardias de seguridad a preguntarle donde estaban los tachos. De inmediato lo condujeron a la primera planta y le pidieron que les muestre de qué quería deshacerse. Esto es extremadamente preocupante, pues me hace pensar que el servicio de inteligencia británico cree estar lidiando con un grupo terrorista y no con un grupo terrorista fundamentalista religioso, quienes no pensaran dos veces en ponerse un chaleco o cargar una bomba en una mochila para inmolarse en el nombre de su amigo imaginario.

Ahora sabemos que el terrorista suicida era conocido dentro de su comunidad por su radicalización, por colgar una bandera del DAESH en la ventana de su casa, su comportamiento caótico y sus frecuentes viajes a Libia. Además, como cereza, una trabajadora social ha comentado que las personas de su comunidad denunciaron su radicalización. ¿Dónde ha estado la inteligencia? ¿Cómo se les coló este bicho?

No queremos mirar al pasado con ira. Hoy queremos cantar que el show debe continuar porque aunque por dentro se nos esté partiendo el corazón y el maquillaje se nos está descascarillando, nuestra sonrisa permanece.

 

Rocío Valverde

Rocío Valverde
29 de mayo del 2017

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