Darío Enríquez

Luchar contra la servidumbre

Luchar contra la servidumbre
Darío Enríquez
16 de noviembre del 2016

Así conocí a la filósofa Ayn Rand

Hace unos cinco años, en medio de un estudio universitario sobre la ciudad posmoderna, buscaba referencias en Internet sobre la “clase creativa” del mediático geógrafo, economista y consultor urbano Richard Florida. Aunque el concepto de “clase” empleado por Florida no es el que habitualmente se utiliza en economía y humanidades, la nueva acepción que él propone hace implícita referencia a gente que, en el contexto de la nueva economía del conocimiento, es la que lidera el dinámico proceso hacia esa nueva realidad de cambio permanente e innovación tecnológica constante. De pronto, encontré una enlace a una tal Ayn Rand, escritora y filósofa ruso-americana, quien medio siglo antes que Florida había usado una categoría similar en su novela La Rebelión de Atlas, desarrollando la trama a partir de una pregunta provocadora: ¿qué sucedería si las mentes más brillantes y creativas del mundo se declararan en huelga?

Tome nota casi inadvertidamente y continué la búsqueda. Ahora navegaba a partir de Jane Jacobs, una de las más notables investigadoras del fenómeno urbano en el mundo industrial y posindustrial. Su idea del derecho a que cada ciudadano desarrolle su propio plan de vida individual y familiar, lucía suficientemente atractiva para contrastarla con lo que un mundo posmoderno —saturado de intervencionismo estatal, político-correctismo y colectivismo— permitiría aspirar. Nuevamente apareció Ayn Rand, ahora con su discurso sobre el egoísmo racional y la necesidad de que cada quien pueda desarrollar sus propios planes. Otra coincidencia más que interesante, tomando en cuenta que no hay evidencia de contacto alguno entre Jacobs y Rand. Para decirlo de modo gráfico, ambas discurrían en esferas intelectuales diferentes y hasta divergentes.

¿Quién era esta desconocida Ayn Rand? Siguiendo la secuencia que había usado con Florida y Jacobs, ahora puse a Ayn Rand como clave de navegación. Y encontré todo un mundo a descubrir. Artículos, discursos, reseñas de sus obras, audios y videos que mostraban una relativa exposición a los medios; así como críticas literarias, websites en su homenaje y hasta un comentario a modo de obituario aparecido en la editorial de Los Angeles Times:

Dentro de mil años se recordará un solo nombre del siglo XX, por haber sido, de la forma más sorprendente y positiva, el único cerebro que tuvo un pensamiento filosófico original en este siglo: Ayn Rand. (6 de marzo de 1982, día del fallecimiento de Ayn Rand)

La lectura de La Rebelión de Atlas, gracias a la versión electrónica que se puso a disposición del mundo, significó una suerte de bautismo de fuego en el conocimiento y asimilación crítica del objetivismo, doctrina filosófica que Ayn Rand propone y desarrolla en su opus magnum. Eso fue solo el principio. Seguirle la pista supuso una puerta de entrada al mundo de la economía austriaca y el libertarianismo. Apenas si había tenido contacto con Mises, Hayek, Schumpeter, Buchanan, Rothbard y otros, mientras desconocía la labor pionera de Frédéric Bastiat y Carl Menger, hablando de libertad y economía en la convulsionada Europa del siglo XIX. Al haber sido virtualmente adoctrinado en la economía keynesiana —que sigue reinando disolutamente en los ambientes universitarios del Perú y del mundo, bajo el contexto de la pretendida hegemonía cultural marxista— todo esto significó una suerte de refundación de mi academicismo.

Los principios libertarios son la base de la civilización humana. Muchos de los conflictos que vivimos hoy tienen origen en el desapego hacia esos principios, cuando no su perversión total en nombre del relativismo irracional, del falso igualitarismo y del subjetivo “bien común” que pregona un mal entendido sentido de progreso. Los inalienables derechos humanos a la vida, la libertad y la propiedad privada son esos fundamentos sin los cuales la civilización humana carece de sentido.

Con la caída del muro de Berlín se habló del fin de la historia y de una inminente desaparición de las ideologías. Veintisiete años después, el concepto cerrado y sectario atribuido al término ideología se ha desvanecido como tal (pese a los neomarxistas), pero no cabe duda de que las ideas siguen siendo muy importantes. De hecho, las buenas ideas dan soporte a las buenas decisiones y el bienestar de los ciudadanos depende de una cadena virtuosa de buenas decisiones. Esa es la base sobre la que seguiremos construyendo nuestra civilización, y si se detiene o regresiona, arrastrará a toda la humanidad.

El triunfo de Donald Trump quizás esté marcando el fin de una transición que se inició con la caída del imperio soviético. No seremos tan ingenuos de creer que Trump es una suerte de salvador del planeta, pero al parecer una aspiración notable en gran parte de sus votantes es encontrar un camino contra la servidumbre a la que sienten haber sido sometidos en las últimas décadas, en su propio país, por el falso progresismo.

 

Darío Enríquez

 
Darío Enríquez
16 de noviembre del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

Columnas

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

En el debate serio sobre la educación superior hay consenso &nd...

11 de abril
Fue una guerra civil, no de Independencia

Columnas

Fue una guerra civil, no de Independencia

Veamos hoy algo de historia. En verdad tenemos algunos hechos largamen...

05 de abril
¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

Columnas

¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

En principio, queremos compartir con nuestros amables lectores que est...

28 de marzo

COMENTARIOS