Neptalí Carpio

Los tres problemas de la izquierda

Los tres problemas de la izquierda
Neptalí Carpio
09 de septiembre del 2016

Estatismo, autoritarismo, nepotismo y desprecio al estado de derecho

En la tragedia que hoy vive la izquierda latinoamericana, en sus diversas variantes, existen tres causas que la vienen llevando al aislamiento de la sociedad y, en algunos casos, a una descomposición moral. La primera, es que ha terminado envuelta en la misma corrupción en la que las derechas terminaron hace cerca de quince años; tal como ocurrió con Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Collor de Melo en Brasil o Carlos Menem en Argentina. Estas izquierdas insurgieron en gran medida contra esa galopante corrupción, pero han terminado casi en lo mismo. O quizás en algo peor.

No se han constituido en una fuerza moral, reformadora de aquellas instituciones que por siglos fueron corroídas por la corrupción, como una característica casi genética de la democracia Latinoamérica; con algunas excepciones, como Chile y Uruguay. La excepción es, por cierto, Pepe Mujica, un ex presidente de izquierda querido por su pueblo y de gran prestigio internacional. Todos los demás imaginaron que combinando medidas estatistas con populismo podían crear un nuevo orden social, pero terminaron destruyendo lo poco de economía de mercado e inversión privada que existía en Venezuela o Argentina.

La segunda causa es que la izquierda en el fondo no ha renunciado a una herencia autoritaria, que tiene un hilo conductor con aquella matriz de la dictadura del proletariado y de la lucha de clases. No han valorado la importancia de la alternancia y la democracia formal, y cuando han llegado al poder con altos niveles de popularidad —como ocurrió con Hugo Chávez, Daniel Ortega y el kirchnerismo en Argentina— optaron por destruir lo poco de estado de derecho y libertades políticas que encontraron, para volver a los extremos del culto a la personalidad y el nepotismo. El caso más extremo lo constituye Nicaragua con Daniel Ortega, quien usurpando el Tribunal Electoral ha dado un virtual golpe contra el Parlamento. Y de remate ha puesto a su esposa, Rosario Murillo, como la candidata a la vicepresidencia; mientras sus hijos obtienen cargos en el gobierno sin ningún pudor.

La tercera causa es la actitud frente al capitalismo como régimen económico ampliamente predominante en todo el orbe. En las socialdemocracias europeas o de países como Chile y Uruguay algunos partidos conservan solo formalmente el nombre de socialistas o comunistas —como en el caso de Francia, España, Alemania e Italia— y han reducido su rol programático a una reforma del capitalismo, a veces con una prédica librecambista o de fortalecimiento de mercados nacionales y de redistribución de la riqueza. En cambio, los izquierdistas de gran parte de Sudamérica, incluyendo al Perú, persisten en el dogma de que los orígenes de nuestros males son el neoliberalismo y el intervencionismo de EE.UU.

En países como Venezuela, Brasil, Cuba, Nicaragua, Bolivia o Ecuador los líderes, en lugar de fijarse en los evidentes límites de sus políticas públicas y la galopante corrupción de sus gobiernos, creen que todo se reduce al intervencionismo de EE.UU. para desestabilizar sus gobiernos. Y es patético que algunos líderes de la izquierda en el Perú se sumen a esa prédica. Con ello, en poco tiempo, terminaron por mutilar el aire fresco que representó Verónika Mendoza para un importante sector de la sociedad. El Frente Amplio pudo liderar una prédica innovadora para una nueva izquierda latinoamericana, pero ha caído en más de lo mismo.

No cabe duda de que las democracias en los diversos países latinoamericanos necesitan de partidos de izquierda fuertes y modernos, como contrapeso de los partidos de centro o de derecha. Pero si quieren caminar en esa vía tienen que renunciar a la pesada herencia del estatismo, al desprecio a la alternancia y al estado de derecho, al culto a la personalidad y a aquel pensamiento binario que aún supone que el motor de la historia se rige por la promoción de los antagonismos frente a la economía de mercado y la globalización.

Y, finalmente, como tema decisivo de actualidad, tienen que ser una fuerza líder frente a la corrupción y el narcotráfico. Y es precisamente en esta asignatura en la que han salido desaprobados casi todos. Por ejemplo, el Partido de los Trabajadores de Brasil, con Dilma y Lula, atrapados en la telaraña de una clase política y empresarial altamente corrupta y que compromete a todos los partidos de ese país.

 

Neptalí Carpio

 
Neptalí Carpio
09 de septiembre del 2016

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