Juan José García

Los pilares de la sagrada formalidad

Los pilares de la sagrada formalidad
Juan José García
03 de marzo del 2016

Reflexiones sobre el salario mínimo y los beneficios laborales

El estado se ha encargado de presentar a la “formalidad” como una especie de modo angelical e inmaculado que todo ciudadano debería alcanzar. Como contraparte de esta percepción, se sataniza la informalidad como si fuera lo contrario, un espacio oscuro en el que habitan delincuentes en potencia. ¿Es útil y legítimo seguir reforzando el binomio “formales / informales”? ¿Será que la culpa es siempre del ciudadano, como fácticamente se encarga de “demostrarnos” la SUNAT?

Cuando se pretende hablar de formalidad no se puede dejar fuera de discusión dos temas críticos puestos en la mesa desde la arena política: (1) el salario mínimo y (2) los beneficios laborales.

El salario mínimo es el tema más espinoso en relación al mercado laboral. Éste suele agitar emociones y es usado como caballo de batalla por más de un candidato en la carrera electoral. Sin embargo, habitualmente se ignora que el objetivo primordial de este mecanismo no es crear un “pago estándar obligatorio”, sino proteger al trabajador ante situaciones en donde el empleador tiene un gran poder de negociación y una potencial posición de abuso.

Lo espinoso en relación al salario mínimo es definirlo, puesto que no existe una regla concreta para hacerlo. No obstante, existen dos criterios generales que se deben tomar en cuenta. Por un lado, se debe considerar la proporción que comprende el salario mínimo del salario promedio. Por ejemplo en el Perú la Remuneración Mínima Vital (RMV) comprende el 49% del ingreso promedio; mientras que en Chile el 57%, en Japón el 39% y en EUA el 27%. Por otro lado, se debe considerar qué tan caro es el costo de vida, midiendo el costo de la canasta básica. Según Numbeo, el costo de vida en el Perú no es elevado, se ubica en el puesto 96 de 122 países en el ranking.

Los beneficios laborales, por su parte, son un pilar casi sacramental en relación a la formalidad en el mercado laboral. Sin embargo, cuando se habla de ellos no se puede dejar de pensar en el costo que implican, puesto que son dos caras de una misma moneda. Están indisolublemente unidos. Estos beneficios son finalmente pagos adicionales que los empleadores realizan al o por el trabajador.

Actualmente en el Perú, el costo de mantener a un trabajador formal depende del tamaño de la empresa. Las grandes empresas deben afrontar un costo equivalente al 55% del salario del trabajador, las medianas uno equivalente al 27% y las pequeñas al 7%. Asimismo, según los últimos resultados del índice de competitividad del WEF, el Perú se ubica en el puesto 133 en relación a las “prácticas de contratar y despedir” y se identifica a la “rigidez de la regulación laboral” como el segundo problema más importante que frena la actividad económica.  

Entonces: (1) Independientemente del criterio que se utilice, el salario mínimo debe ser bajo en comparación al salario promedio para evitar que se origine una barrera de entrada a la formalidad laboral. (2) Cuando se propone incrementar los beneficios laborales se están incrementado a su vez los costos de contratar lo que desincentiva la creación del empleo formal.

No vivimos en un país caro. No vivimos en un país en el que las empresas tengan una posición de abuso o de poder desmedido frente al trabajador. ¿Por qué nuestros candidatos repiten o balbucean el eterno discurso de más beneficios, más sueldo mínimo, más, más, más? No lo sé. Aún no lo entiendo. Lamentablemente, alzarse contra la “políticamente correcta” iglesia de la formalidad frecuentemente suena feo. Suena bonito escuchar promesas.

Por Juan José García

 
Juan José García
03 de marzo del 2016

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