Los peruanos sin agua

Dos millones de limeños y el 30% de la población del país

El domingo 8 de mayo estaba invitado al desayuno ofrecido a las madres de las organizaciones sociales en un asentamiento humano de Puente de Piedra. Luego participe en la asamblea popular con los dirigentes del Movimiento Democrático Popular y de Peruanos sin Agua. Los dirigentes me pedían volver a movilizarnos por el agua, como antaño, ante la ineficiencia del Estado para solucionar la demanda de más de diez millones de peruanos, que no tienen agua ni desagüe y viven en condiciones infrahumanas.

Ellos afirman que son más de dos millones de limeños sin agua. Las madres del comedor popular me enseñaron un barril de agua que traen las cisternas, que ha sido declarada no apta para el consumo humano, según los técnicos de la DIGESA que las visitan. Además, pagan aproximadamente diez soles por metro cúbico de agua, mientras que en los barrios residenciales limeños el costo es de tres soles.

Los dirigentes están cansados de enviar memoriales, cartas y, petitorios al presidente de la República, al Congreso, a los alcaldes, al ministro de Vivienda, a la ineficiente SEDAPAL e incluso al ministro de Economía, que niega siempre el dinero para las obras de agua y desagüe. Las responsables del comedor popular me contaban que se habían reunido muchas veces con los funcionarios de SEDAPAL, y señalan sin tapujos: “SEDAPAL es un botín que los partidos políticos se disputan cada cinco años, prometiendo darle agua y desagüe a millones de peruanos y sin cumplir nunca”.

Ellos afirman que: “Lima pierde más del 40% del agua por las tuberías y el pésimo mantenimiento de la empresa. Estamos hartos de tanta corrupción”. Les pregunté si ellos creían que privatizar la empresa SEDAPAL —como plantea PPK— sería la solución. Todos al unísono dijeron que no, porque el agua sería muy cara. Muchos asentamientos humanos en los cerros más empinados de Lima tienen Internet, pero no tienen agua. Son las paradojas de un país que se construye al margen del Estado y del gobierno.

Diez millones de peruanos sin agua ni desagüe; es decir, el 30% de la población en extrema pobreza, expuesta a enfermedades gastrointestinales y a otras que afectan fundamentalmente a niños y mujeres. Negar las cifras de pobreza extrema no ayuda al país a enfrentar esta tragedia que afecta a grandes sectores de la población. Y si tenemos dos millones de limeños sin agua ni desagüe, y ningún político pone el tema en agenda, eso demuestra la distancia de nuestra clase política con la realidad. Esta es la dramática realidad que no quieren ver algunos despistados que dicen, sin conocer al Perú real, que vamos camino al primer mundo. Además las desigualdades sociales se agudizan porque estamos en un país jerarquizado, en las que las “clases dirigentes” tienen un espíritu colonial.

En los años ochenta una vanguardia política fanatizada ideológicamente desató una guerra interna utilizando como argumento la pobreza extrema en el Perú. La clase política de esos años estaba ciega, eran autistas encerrados en los cenáculos parlamentarios y los saraos versallescos de la naciente democracia. Gobernaba el Perú Fernando Belaunde Terry, el último señorón del civilismo, pequeño burgués cuya frivolidad e indiferencia le costaron al Perú miles de muertos y el surgimiento del autoritarismo “redentor” que los sectores populares exigían. Parece que la historia se repite —como dijera el viejo Marx—, primero como tragedia y después como farsa. Ojalá esta vez se equivoque.

Tino Santander Joo