Los perros de Roosevelt

Sobre el actual conflicto armado en Siria y la geopolítica global

Franklin D. Roosevelt es el autor de la famosa expresión relativa al dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”. Esa clase de agentes son hoy una especie extinguida en la política global.

Los dos Bush, padre e hijo, protagonizaron en las guerras del Golfo uno de esos raros casos en la historia en que las dos alternativas ocurren una después de la otra.

En la primera guerra del Golfo, Bush padre tomó la decisión calculada de no derrocar a Saddam Hussein por temor a lo que podía venir detrás. Lo dejó en el poder a pesar de que ni siquiera era suyo. George W., en cambio, no solo derrocó al dictador iraquí en la segunda guerra del Golfo, lo persiguió hasta capturarlo, procesarlo y colgarlo por sus crímenes. Y detrás de eso vino el Estado Islámico.

Decía Robert McNamara, el secretario de Kennedy, que en la niebla de la guerra uno decide con menos de la mitad de la información que necesita para decidir bien.

Barack Obama tomó la decisión de derrocar al dictador sirio Hafez Al Assad apoyando a los rebeldes para luego derrotar al Estado Islámico. Vladimir Putin, en cambio, apoya hoy con bombardeos estratégicos al gobierno de Assad contra el Estado Islámico (y los rebeldes), y su decisión de actuar ha impresionado al mundo.

Assad es, quizás, un dictador sanguinario igual o peor que Saddam Hussein. Pero mientras Obama lo considera un obstáculo, Putin lo utiliza para los fines políticos globales de Rusia. Siria ha estado siempre en su área de influencia. Hoy, el 90% de la población rusa aprueba las acciones de Putin en Siria.

En esta especie de reedición limitada de la guerra fría,  los “perros” de Roosevelt regresan a la escena global por la puerta falsa.

Por: Jorge Morelli (@jorgemorelli1)