Martin Santivañez

Los nombres del terrorismo

Los nombres del terrorismo
Martin Santivañez
15 de julio del 2016

Educación, Lenguaje y Política

El control del lenguaje es un objetivo fundamental en la política. La construcción de una estrategia está vinculada al control que los actores políticos puedan ejercer sobre el uso de una terminología específica. El que controla el lenguaje tiene la posibilidad de extender su dominio de manera real, porque el código político de la población, el sentido común de un pueblo se forma en función a un lenguaje muy concreto que expresa anhelos de poder, renuncias del Derecho y desafíos del sistema. El control del lenguaje es fundamental para cualquier movimiento que intenta alcanzar y retener el poder, porque dota de una base conceptual aquello por lo que se lucha o lo que en última instancia se pretende defender. 

Es por eso que los centros productores de lenguaje son tan importantes para la estrategia política. La educación de un pueblo es una columna esencial de producción de este código común. Controlar la educación, influir en ella, copar los organismos encargados de producir este lenguaje tiene que ser, para un movimiento político con aspiración de gobierno, un objetivo estratégico fundamental. Dejar la producción del lenguaje común (el pasado, el presente y por tanto, el futuro de un país) en manos de tus opositores ideológicos equivale a renunciar al futuro de tu proyecto de gobierno. El que controla la educación controla la construcción del lenguaje político del Perú.

La transformación del lenguaje es un proceso paulatino. Pero no por eso es menos eficaz. Durante años la memoria real del terrorismo puede permanecer en la mente de los peruanos que tuvimos que enfrentarnos a esa lacra evidente. Sin embargo, no somos eternos. La memoria personal fenecerá en algún momento y la generación que se enfrentó a Sendero Luminoso pasará. La educación del Estado, la educación pública es capaz de prolongar esta memoria o de mediatizarla por motivos ideológicos.

La gran transformación del lenguaje progresista consiste en cambiar el terrorismo, un concepto inequívoco con toda su carga de desgarradora de destrucción cainita y maniquea por un guerra-civilismo en el que se coloca en el mismo plano al Estado, a los ciudadanos y a los terroristas. Este es el objetivo del lenguaje guerracivilista, un lenguaje de factura progresista que busca confundir los hechos inoculando en las nuevas generaciones la idea, la falsa realidad, de que el Perú padeció un “conflicto armado interno”. Aquí lo que hubo fue terrorismo y los terroristas no solo fueron derrotados militarmente. También mordieron el polvo al perder el control del lenguaje político y al ser catalogados correctamente en la taxonomía de los asesinos.

Controlar el lenguaje es controlar el futuro de un país. Por eso es fundamental asegurar que la educación peruana, la que está en manos del Estado y la que recae en el sector privado, no olvide jamás los hechos reales del terrorismo sin ceder irresponsablemente la elaboración del código común de nuestra sociedad. El terrorismo puede tener muchos nombres. Lo que conviene al Perú es que sus diversos ropajes lingüísticos (son legión) no oculten jamás su entraña maligna y la forma heroica en que los peruanos y el Estado lo supieron derrotar. 

Martin Santivañez
15 de julio del 2016

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