Martin Santivañez

Los lobos y el Pastor

Los lobos y el Pastor
Martin Santivañez
30 de octubre del 2015

Sobre los recientes ataques contra el Cardenal Juan Luis Cipriani

La campaña orquestada por los enemigos del Cardenal con el único fin de inmiscuirlo en los presuntos delitos de algunos miembros del Sodalicio ha fracasado estrepitosamente. Desde hace tiempo es clara la intencionalidad de un grupo reducido y organizado que conspira para debilitar la imagen de Cipriani entre la población, algo que no han logrado ni lograrán.

Ningún líder de opinión, ningún ex presidente, empresario o periodista tiene, ni por asomo, el nivel de autoridad del Arzobispo de Lima. Las encuestas son firmes cuando señalan el rol que los peruanos reconocen en el Cardenal a pesar de una violenta campaña ininterrumpida que dura ya 25 años. Los enemigos de la Iglesia, falsos moralistas, pretenden dictar lecciones de decencia a un sacerdote que ha dedicado toda su vida a servir al Perú.

Ahora bien, ¿cuál es el verdadero móvil de los ataques a Cipriani? Los lobos vestidos con piel de cordero no perdonan que el Cardenal haya sido una pieza esencial para contener el huracán marxista que ensangrentaba Ayacucho. Los mermeleros de la web tampoco olvidan que el Arzobispo de Lima es un firme defensor de la vida, la familia y la libertad responsable. Los eternos derrotados de la progresía no soportan que Cipriani tenga un sostenido protagonismo en la vida pública del país, en razón de su verdadera autoridad moral. Se trata del viejo mal nacional potenciado en función a motivos ideológicos y morales: la envidia y el resentimiento.

Aunque se revuelvan en su vómito, los lobos que detestan al Pastor no prevalecerán. Ante ellos se yergue un Obispo capaz de defender la dignidad del ser humano y los derechos naturales que emanan de la institución familiar. Desde hace años el Cardenal ha condenado con firmeza los abusos (“el que haga daño a un niño que le cuelguen una piedra y lo arrojen al mar”) y a pesar de esta coherencia, los incoherentes de siempre, los que tienen maestros a la medida de sus pasiones, conspiran para enlodar a toda la Iglesia sin hacer distinciones entre el trigo y la cizaña. Así, los cizañeros de hoy actúan igual a los fariseos de antaño: se dan golpes en el pecho y se rasgan las vestiduras mientras calumnian a inocentes y ocultan la verdad.

Los pervertidos que han dañado a los niños que estaban bajo su cuidado tienen que ser juzgados y el Derecho tiene que aplicarse en todo su rigor. Se trata, sin lugar a dudas, de un crimen que clama al cielo. Ningún cristiano apañará nunca semejante atrocidad. Gente así debe ser echada del templo a latigazos, siguiendo el ejemplo del Maestro. Sin embargo, es interesante analizar la psicología de los lobos. Actúan en manada, cobardemente, confiados en el número y la oportunidad. Jesucristo sabía que la historia de la Iglesia sería, siempre, el largo recorrido de las ovejas en medio de los lobos. Por eso, en su infinita sabiduría nos dejó a grandes pastores dispuestos a dar la vida por sus ovejas. ¡Qué maravillosa prueba de amor hacia su pueblo! ¡Qué fabulosa imagen que nos anima a no tener miedo y a dirigirnos mar adentro! Nada quedará de estos ataques de los lobos, de las campañas cobardes e interesadas que intentan ensuciar a toda la Iglesia, y al fin el buen Pastor guiará al pueblo peruano, a esa inmensa mayoría que tiene que influir decisivamente en la próxima elección.

Por: Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
30 de octubre del 2015

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