Neptalí Carpio

Los hueros ideólogos de la autonomía

Los hueros ideólogos de la autonomía
Neptalí Carpio
02 de diciembre del 2016

El mercantilismo necesita de la autonomía para ganar dinero fácil en las universidades

¿Cómo se explica que, a diferencia de la época en que surgió la Reforma de Córdova y la demanda de autonomía universitaria a inicios del siglo pasado, con los estudiantes como actores principales de aquel movimiento, no sean ahora ellos los principales abanderados de la autonomía, sino los dueños de universidades privadas, aquellas que se resisten a que el Estado las obligue a determinados estándares de calidad académica?

Paradójicamente, son los diversos movimientos de estudiantes en San Marcos, la Villarreal, San Luis Gonzaga de Ica y de otras universidades estatales y privadas los que exigen ahora la acción de la SUNEDU para garantizar la democracia en cada uno de los claustros frente a las camarillas enquistadas. Mafias como las de Cotillo en San Marcos y de otros personajes, como en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, seguirían haciendo de las suyas si no fuera por la intervención de la SUNEDU para reponer el imperio de la ley en los claustros y el ejercicio de la democracia para elegir autoridades. Y esa intervención ha sido en gran medida por exigencia de los propios estudiantes y de las tendencias renovadoras a nivel docentes.

La respuesta a la pregunta estriba en el imperativo de un ente regulador, árbitro del sistema universitario y a veces hasta interventor frente a la dictadura de la mediocridad y la corrupción en los claustros. En un sistema de 142 universidades con cientos de sedes en casi todas las regiones del país, la necesidad de un ente rector cae por su propio peso. Esto es lo que no entienden o no les conviene entender los sectores que se oponen a la nueva ley Universitaria.

Es en este marco donde surgen los circunstanciales ideólogos de la autonomía universitaria. Son rectores de universidades con bajo nivel académico, parlamentarios que quieren congraciarse con esas universidades renuentes al licenciamiento y la Acreditación, férreos opositores a que estas entidades tengan como mínimo el 25% de profesores a tiempo completo, además de otras exigencias académicas. En boca de estos personajes, la estridente defensa de autonomía universitaria aparece como un discurso vacío, máscara del afán mercantilista para hacer negocios fáciles en universidades de medio pelo, de tiza, pizarra y salón.

Estos ideólogos hueros de la autonomía tienen en realidad un discurso vacío de contenido, sin sustancia y sin encanto para las nuevas generaciones. A diferencia de la Reforma de Córdova —que el 2018 cumplirá su Centenario y donde la defensa de la autonomía estuvo asociada a una crítica frontal contra los métodos escolásticos y la demanda por la libertad de la enseñanza, la cátedra paralela y el concurso de cátedra— el discurso de los defensores actuales de la autonomía no tiene eco entre los estudiantes. ¿Cómo podría tenerlo en boca del actual rector de la Universidad Ricardo Palma, que tiene 16 años como rector de aquellas casa de estudios, casi a punto jubilarse en este cargo? ¿Cómo creerle a los parlamentarios apristas que se oponen a la Ley Universitaria actual, pero callan en mil idiomas frente a la crisis de la Universidad Villarreal, bastión de sus ideas, casi desde que se fundó aquel centro de estudios?

Es curioso que ese discurso altisonante, pero huero, de los opositores a la actual reforma coincida con la predica extremista del MOVADEF y de otros grupos de extrema izquierda, que utilizan la autonomía para seguir expandiendo su ideología totalitaria en varias universidades en Ayacucho y en gran parte del Sur. Y es que si el mercantilismo necesita de la autonomía para ganar dinero fácil a costa de una enseñanza mediocre, el infantilismo de izquierda también la necesita en las universidades públicas, como refugio para una predica que entremezcla un discurso radical con una práctica universitaria parasitaria y mediocre.

Más grave aún resulta que determinadas fuerzas políticas no se percaten de que defender la mediocridad en la Universidad los aleja de las nuevas generaciones de estudiantes y de jóvenes docentes. Les puede garantizar el respaldo crematístico para otras campañas electorales, a costa de no pagar impuestos al Estado y evitar la supervisión de estándares de calidad, pero las aleja de la materia gris, de la intelectualidad que todo proyecto político necesita para ganar también la mayoría cultural en la sociedad.

 

Por: Neptalí Carpio

 
Neptalí Carpio
02 de diciembre del 2016

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