J. Eduardo Ponce Vivanco

Los desafíos de la política exterior

Los desafíos de la política exterior
J. Eduardo Ponce Vivanco
09 de mayo del 2016

Enriquecer la cooperación e integración con los países vecinos

En vísperas de un nuevo gobierno, vivimos una campaña electoral en la que, afortunadamente, la política exterior no ha sido objeto de debate. Sin embargo, resulta importante reflexionar sobre una problemática vital para cualquier Estado. Toda nación está condicionada por el espacio y el tiempo. Geografía e historia son dos elementos determinantes que ninguna diplomacia profesional puede ignorar sin provocar graves errores, o repetirlos. Nuestra ubicación central en la costa sudamericana del Pacífico exige una mirada atenta y realista al entorno vecinal y continental. Crisis y procesos de cambio profundos como los que atraviesan países tan gravitantes en la región como Brasil y Argentina, precipitan un inevitable realineamiento regional de fuerzas que reclama una evaluación lúcida y pragmática, en función del interés nacional.

Kirchner, Lula y Chávez liquidaron la deseable alternativa de integración económica continental (ALCA) propuesta por EE.UU. en la Cumbre de Mar del Plata para forzar una integración sudamericana de tonos chavistas: antinorteamericana en lo político y autárquica en lo económico/comercial. El resultado fue UNASUR. A pesar de las normas de su Tratado Constitutivo y su cláusula democrática (Protocolo de Guyana), el nuevo organismo se convirtió muy pronto en el primer escudo protector del socialismo bolivariano y el ALBA, y en un ensayo de dominación sudamericana tutelado por el Brasil del PT y la Argentina de los Kirchner. Con una visión geopolítica complementaria y de mayor amplitud se creó la CELAC, con el designio ulterior de descalabrar a la OEA, vaciándola de su importante acervo jurídico. El Perú y los países de la Alianza del Pacífico (AP) han tenido que proteger sus intereses nacionales en minoría y jugando a la defensiva.

Lecciones: 1) El proyecto económico de IIRSA (Brasilia, 1.9.2000) no necesitaba una caparazón política compleja e ideologizada como UNASUR. 2) La AP debe evitar la politización, priorizar sus mecanismos y acelerar su marcha, manteniendo la eficacia de su concepción fundacional. 3) De la renuncia al proteccionismo esencial del MERCOSUR dependerán sus posibilidades de convergencia con la Alianza. 4) Además de respetar la normatividad obligatoria de la OEA, los miembros de UNASUR deben cumplir su propia cláusula democrática. 5) CELAC tiene que fortalecer, no socavar, las normas y el funcionamiento de la OEA.

En el campo vecinal y bilateral, la integración se ajusta al interés de los Estados que la pactan. Con Ecuador, por ejemplo, nunca pudo darse plenamente antes de la solución que logramos después de la Guerra del Cenepa. Ahora es un modelo a seguir. El crucial instrumento de los “gabinetes binacionales” se originó en la visita del Presidente Banzer a Lima (27.3.1998) y Puno, donde se celebró la primera reunión de los gabinetes ministeriales con el presidente Fujimori. El efecto dinamizador de este mecanismo ha sido posteriormente aplicado con nuestros vecinos; salvo Brasil (importante tarea del próximo canciller) y Chile, país con el que la integración real entre agentes económicos privados no lo hace indispensable. Por muchos motivos, la relación peruano-chilena es tan excepcional como decisiva para dos vecinos que quieren seguir siéndolo. Sería costoso menospreciar las cifras que evidencian la impactante comunidad de intereses que nos vinculan, y que crece sin pausa (a veces a pesar de los gobiernos).

La historia de nuestra vecindad con Chile y Bolivia aconseja evitar confrontaciones que provoquen retrocesos. Cada Estado tiene intereses propios y el Perú debe bregar por los suyos, buscando complementarlos con los de terceros Estados, especialmente si son colindantes. A nadie conviene un tratamiento “triangular” de relaciones tan complejas y sensibles. Condicionar lo bilateral a un enfoque trilateral nos impediría controlar nuestras propias políticas con Chile y Bolivia, y lograr los objetivos que cada una de ellas persigue. De ahí la clara inconveniencia de aprobar el Acuerdo de Ilo de 2010 que, sin necesidad alguna, complica las generosas y desaprovechadas concesiones previamente otorgadas a La Paz, en lugar de perfeccionarlas y excluir cualquiera que pudiera tener derivaciones estratégicas o geopolíticas peligrosas.

Lo que hagamos cerca de la frontera terrestre y marítima no debe interferir con la impresionante integración entre Tacna y Arica, o con la intangibilidad del Tratado de 1929 y su Protocolo Complementario. Tampoco puede ignorar la reivindicación soberana de Bolivia ante Chile, el proceso que ambos países siguen en La Haya o la actitud de Evo Morales al respecto. Y no se puede decir menos de la insistencia boliviana en reabrir el inexistente desacuerdo demarcatorio sobre la Sección IV de la frontera común. Sí es imperativo, en cambio, enriquecer la variada agenda de cooperación, integración económica y buena vecindad entre los dos países.

Eduardo Ponce Vivanco

*El desarrollo de este artículo continuará en otra entrega el miércoles 
J. Eduardo Ponce Vivanco
09 de mayo del 2016

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