Javier Agreda

Los cuentos de Abelardo Castillo

Los cuentos de Abelardo Castillo
Javier Agreda
03 de mayo del 2017

Nos ha dejado uno de los grandes narradores argentinos

El día de ayer murió, a los 82 años de edad, el argentino Abelardo Castillo (Buenos Aires, 1935), escritor emblemático de la literatura latinoamericana de los años sesenta y durante mucho tiempo uno de los grandes animadores del ambiente cultural de su país, a través de las diversas revistas que dirigió. Incursionó en casi todos los géneros literarios, pero es reconocido principalmente por sus logros en el cuento, género en el que se inició con el libro Las otras puertas (1961), y en el que persistió hasta el final de su vida. La totalidad de esa producción narrativa fue reunida en el libro Abelardo Castillo. Cuentos Completos (Alfaguara, 2007) que formaba parte de una colección que comprendía libros similares de los grandes maestros del cuento contemporáneo.

Los relatos de Castillo se inscriben dentro de la gran tradición cuentística argentina y uruguaya del siglo XX. Las otras puertas se ubica en algún punto intermedio entre Cortázar y Onetti, más cerca del primero en los aspectos formales (el ritmo de la prosa y la estructura del relato) y del segundo en la vocación realista, en la mirada irónica y cruel. El cuento que abre el libro, “La madre de Ernesto”, es la historia de un grupo de adolescentes que visita el prostíbulo en el que saben trabaja la madre de uno de ellos. El texto muestra a los jóvenes haciendo una primera incursión en el sórdido mundo adulto (tema onettiano por excelencia), pero el final sorpresivo los devuelve, de golpe, a su infancia. Algo similar sucede en los cuentos “Hernán”, “Macabeo” o “Erika de los pájaros”.

Como anuncia desde el título, Cuentos crueles (1966), el segundo libro de relatos de Castillo, sigue en esa línea, aunque aquí la adolescencia está ya vista en retrospectiva. En “Capítulo para Laucha” el protagonista relata un reencuentro, después de años, con la mujer que fue su primer amor; en “En el cruce”, la experiencia del servicio militar obligatorio. En este libro se da una mayor importancia al contexto histórico: los enfrentamientos políticos que devienen en guerras internas, la denuncia de las injusticias y abusos cometidos en las retrasadas sociedades provincianas. No hay que olvidar que los sesenta fueron los años de la fe revolucionaria y del “compromiso” del escritor. Castillo supo encarnar esos cambios sin perder en absoluto el rigor literario, como se aprecia en los cuentos “Patrón” y “Los muertos de Piedra Negra”.

Diez años después, Las panteras y el templo (1976) muestra a un autor más maduro. “Vivir es fácil, el pez está saltando”, cuento que abre el libro, está bien escrito, a pesar de su pésimo final. Mucho más logrado es “Noche para el negro Griffiths”, que reformula el famoso cuento “El perseguidor” de Julio Cortázar. Ambos tratan de músicos de jazz, salvo que el personaje de Castillo es un mediocre sin ningún talento. En el prólogo de los Cuentos completos, Martha Morello-Frosch elogia “Noche...” y otros relatos similares de Castillo (“Réquiem para Marcial Palma”, “Crear una flor es un trabajo de siglos”) que son una “segunda escritura” de cuentos conocidos, “una hábil maniobra en la que modelo y nueva versión se generan y regeneran mutuamente”.

En sus siguientes cuentos, reunidos en el libro Las maquinarias de la noche (1992), Castillo vuelve sobre viejos temas (la experiencia militar, el despertar sexual) a la vez que la crueldad y el cinismo vuelven a ser elementos centrales. “Hay una evidente crueldad en mi obra literaria”, ha dicho Castillo, “y, probablemente, la crueldad sea algo así como la inversión de una manera piadosa de ver el mundo". La crítica ha señalado que esa crueldad se origina en una cierta interpretación existencialista de la vida humana, “en el contraste entre nuestro ser-para-el-otro y nuestro ser para-sí” (Enrique Aurora). La mirada cínica del personaje narrador “cosifica” a los otros personajes, mostrándolos, sin ninguna piedad, en sus vidas miserables y ridículas. Su último libro de cuentos fue El espejo que tiembla (2005)

Por la preponderancia de esa actitud realista y crítica en sus relatos (y a pesar de que algunos, como “La casa del largo pasillo”, pueden ser considerados fantásticos), Castillo decidió reunir toda su obra cuentística bajo la denominación general de “Los mundos reales”, relatos que lo hicieron merecedor de distinciones como el Premio Konex (Mejor cuentista argentino 1989-1993, 1994-1998), el Premio de Honor de la Provincia de Buenos Aires (1996) y el Premio Casa de Las Américas (2007), entre otros.

Javier Ágreda S.

 
Javier Agreda
03 de mayo del 2017

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