Neptalí Carpio

Los costos del cortoplacismo en las ciudades

Ciudades no son sostenibles sin un planeamiento integral

Los costos del cortoplacismo en las ciudades
Neptalí Carpio
31 de marzo del 2017

Ciudades no son sostenibles sin un planeamiento integral

A veces la naturaleza cuestiona con gran eficacia las teorías económicas o sociales, ahorrándonos rumas de papel, tiempo, tinta y discusiones interminables. Esto ha ocurrido con las dramáticas consecuencias de las lluvias y huaicos en diferentes partes del país, que han puesto en evidencia los límites del actual modelo de desarrollo, que el Perú vive desde inicios de la década de los noventa. Uno de ellos radica en lo equivocado que fue reemplazar el planeamiento a cargo del Estado por el supuesto y espontáneo rol ordenador del mercado como “asignador de recursos”, algo que nunca ocurrió.

Al respecto, resultan casos emblemáticos lo sucedido en Piura y Lima Metropolitana. En la ciudad del norte la falta de planificación hizo que el cambio del curso del río que se ejecutó a fines de los años ochenta no concluya con el rumbo final que el cauce debía tener hasta el mar. El plan de desvío implicaba orientar las aguas hacia unas enormes hoyadas cerca al mar, situación lo que hubiera aumentado la velocidad de sus aguas y, en consecuencia, bajado la altura de su cauce. Abelardo de la Torre, presidente de la Autoridad Nacional del Agua, alguien que participó de aquel diseño no los recuerda ahora con lujo de detalles.

Complementariamente, el plan implicaba descolmatar en apreciable profundidad todo el cauce del río Piura, de tal manera que pudiera tolerar hasta 4,000 m3 por segundo sin que genere daños a la ciudad, a los pueblos aledaños o la agricultura. Nada de eso se hizo. Todo se redujo a un plan mínimo, y ahora tenemos las consecuencias. La crecida del río, como lo han señalado los especialistas, ha sido menor que la de los años 1998 y 2008; pero el daño ha sido mayor por el crecimiento de la ciudad de una manera desordenada e informal. El Estado y los empresarios se preocuparon por desregular procesos para fomentar la agroexportación, con mucho éxito, pero descuidaron el ordenamiento de las ciudades, la infraestructura de riego y los muros de protección. El efecto es ahora toda una ciudad y pueblos aledaños inundados, en un dramático panorama de más de 40,000 damnificados.

Una situación similar ocurre en Lima Metropolitana. Contra toda norma técnica, nos hemos enterado de que se han construido puentes para un periodo de vida de tan solo 20 años (¡?); y otros que debieron construirse en el río Huaycoloro no se hicieron, pese a que se recomendó construirlos desde 1998. En diversas partes de la ciudad capital se aprueban habilitaciones urbanas y se entregan certificados de posesión en canteras y quebradas considerados de alto riesgo, mientras la Municipalidad Metropolitana desde hace décadas carece de un plan urbano. Y ello pese a que la Ley Orgánica de Municipalidades dice, a la letra, que el plan urbano es una obligación del Concejo Metropolitano. Tanto es el drama que ahora se habla de declarar la vacancia de los alcaldes si fomentan o validan la invasión de zonas de riesgo.

El caso patético que entremezcla improvisación y corrupción es la Planta de Tratamiento de Agua Potable de Huachipa, construida en el último gobierno de Alan García y que funciona solo al 10% de su potencial. Esta planta ya mostraba un acelerado deterioro al poco tiempo de haberse culminado, y existe un informe de la Contraloría que ha probado una pérdida de S/. 91 millones en su construcción. En contraste, a su lado, funciona de manera imponente la Planta de la Atarjea, pese a que fue construida hace más de sesenta años.

Nadie duda de que existe una gran inversión privada en ambas ciudades, con altos niveles de desarrollo capitalista y una densa y heterogénea clase media. Sin embargo, todo ese avance ha sido profundamente cuestionado en estos días por la acción de la naturaleza. La realidad nos demuestra que las ciudades no pueden ser sostenibles si no cuentan con un planeamiento integral. Se ha puesto así en evidencia los profundos límites de un modelo de desarrollo cortoplacista que desprecia los planes maestros de obras, los planes urbanos y el necesario ordenamiento territorial.

Tengo la impresión de que pasado el tiempo de las lluvias y huaicos el problema no será reconstruir la ciudad, sino volver a construirla sobre nuevas bases institucionales y de planeamiento. Para empezar, haý que cambiar la mente y el enfoque de autoridades, políticos, urbanistas y municipalistas.

 

Neptalí Carpio Soto

Neptalí Carpio
31 de marzo del 2017

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