Martin Santivañez

Los cien días

Los cien días
Martin Santivañez
17 de abril del 2015

Castañeda no debe distraerse pisando trampas que una izquierda incapaz intenta ponerle.    

Las respuestas del alcalde Luis Castañeda son las respuestas del gestor típicamente eficaz: “yo te callo la boca con mis obras”. Por eso, lo más importante para Castañeda, y así lo hacen notar sus portavoces, es mostrar algo que se pueda tocar pues han transcurrido cien días de gestión y el by-pass de 28 de julio se ha convertido en un extremo esencial en el mundo de las percepciones. La batalla del by-pass es un punto fuerte en el que ya no se puede ceder porque cuando todas las balas apuntan a un solo objetivo, el campo de acción se reduce. Castañeda, que conoce su oficio mejor que nadie, tal vez tenga alguna obra bajo la manga, pero más vale que esta no se estrelle con los mismos obstáculos que han ralentizado su primer gran proyecto.

Castañeda ha triunfado una y otra vez sobre sus enemigos porque la velocidad de sus obras ha sido superior a los ataques del oponente. Sin embargo, en estos cien días, Castañeda no ha logrado comunicar el estado de indefensión en que la capital quedó después de la administración villaranista hasta el punto en que, con cierto éxito, se está logrando trasladar la responsabilidad del caos que es Lima a uno de los mejores alcaldes de nuestra historia. El contraste entre las obras de Castañeda y la incapacidad de Villarán es evidente para cualquier analista imparcial. Sin embargo, la política, cuando da segundas y terceras oportunidades, a veces convierte zagas triunfales en tragedias incomprensibles que nadie supo conjurar.

El alcalde de Lima cuenta con un amplio respaldo popular y la población, aunque volátil, lo sigue considerando como un líder constructor, un hombre dedicado al trabajo realista y no a la teoría política. Pero el realismo, sin dejar de manifestarse en la obra práctica, a veces tiene que hacer hincapié en la política. En este caso concreto, Castañeda no debe distraerse pisando las trampas que una izquierda incapaz intenta ponerle. El alcalde, como hasta ahora, tiene que construir alianzas muy puntuales que permitan que sus obras lleguen a buen puerto. Estas alianzas son frentes circunstanciales que ayudan a Lima y trascienden el ámbito de la gestión. Son alianzas políticas. Esa es la acción pendiente del castañedismo: pasar de la simpatía al frente común.

Castañeda ha demostrado que su capacidad de gestión es superior a su intuición política, lo que no es un obstáculo para gozar de la simpatía popular. Sin embargo, Lima necesita, frente a los problemas agravados por el villaranismo, de un alcalde capaz de forjar alianzas y convertirse, de cara al 2016, en un Kingmaker, un pivote esencial que construye coronas y trasciende a la capital. El alcalde, que está ocupado con la gestión del día a día, seguro tiene claro que su rol no se agota en un by-pass. Él es un puente político con el que el futuro inquilino de Palacio de Gobierno tiene que contar.

Por Martín Santiváñez Vivanco
17 - Abr - 2015  

Martin Santivañez
17 de abril del 2015

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