Javier Agreda

Los años maravillosos

Los años maravillosos
Javier Agreda
18 de septiembre del 2015

Sobre el más reciente libro de Pierre Castro, sobre la infancia

Algunas vocaciones literarias se han iniciado con la lectura, a muy temprana edad, de novelas o cuentos protagonizados por niños o jóvenes. Al menos así lo reconoce el escritor y dibujante Pierre Castro (Trujillo, 1979), autor del libro de cuentos Un hombre feo (2010) y ganador, con el cuento “Un río”, del Copé de Plata en la Bienal de Cuento Premio Copé 2012. Cuéllar (el protagonista de Los cachorros de MVLL) es uno de los primeros personajes que me conmovió. Me identificaba con él porque yo también acababa de llegar a Lima a un colegio nuevo y me sentía un ser extraño. Fue uno de los primeros libros con los que dije que yo también quería escribir”. A ese universo ha vuelto Castro en su más reciente libro Orientación vocacional (Paracaídas, 2015).

Con una carátula que evoca los viejos cuadernos “populares”, Orientación vocacional reúne 29 “historias de salón”, centradas en las experiencias de un escolar limeño de los años noventa, pero “rememoradas” por el adulto en que se ha convertido aquel niño. Así, a partir de encuentros casuales con sus ex compañeros de escuela, el personaje narrador nos va entregando sus historias, una serie de nostálgicos relatos de infancia y del difícil y problemático paso a la adolescencia. Como en el caso de “Billy The Kid”, el niño campeón de video-juegos, que rescató a las princesas de Super Mario Bros 3, Double Dragon II y Ninja Gaiden III; pero que era incapaz de siquiera dirigirle la palabra a la niña que le gustaba. O la de “Maicol” y su gallo, el que casi muere al enfrentarse con un verdadero gallo de pelea.

El mayor logro de Castro es haberle otorgado a sus relatos el punto de vista propio de los niños, a pesar de que el narrador es adulto. Por eso en las historias prima un travieso sentido del humor, en el que la inocencia, la ternura y lo lúdico se conjugan con las muestras de amistad y solidaridad entre los propios niños. Todo esto es remarcado por las ilustraciones que acompañan a cada uno de los relatos, realizadas por el propio Castro, y que remiten inevitablemente a las de El diario de Gregg, la serie de novelas del escritor norteamericano Jeff Kinney, acaso el mayor best seller actual dentro de los libros escritos para niños. Pero Castro no evita mostrar la crueldad de los niños; en “Fuego”, por ejemplo, relata cómo algunos sacaban alcohol del botiquín escolar, lo regaban debajo de las carpetas de sus compañeros y luego les “tiraban un fósforo encendido”.

Orientación vocacional se suma de esta manera a otras aproximaciones literarias a la niñez, sumamente directas y empáticas, que nos han ofrecido en los últimos tiempos diversos escritores peruanos, como las novelas Camino de Ximena (2003) de Santiago del Prado o Un sol que en invierno (2009) de César Bedón. Santiago del Prado utilizó como epígrafe de su novela una cita de Whitman ligeramente modificada: “Quien toca este libro, toca a un niño”. Una frase que podríamos extender al libro de Pierre Castro.

Por: Javier Ágreda

 
Javier Agreda
18 de septiembre del 2015

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