Carlos Arnillas Denegri

Llegó la hora de voltear la página

El Perú no puede vivir de rencores

Llegó la hora de voltear la página
Carlos Arnillas Denegri
29 de diciembre del 2017

 

Las fiestas navideñas fueron sacudidas por el impacto del indulto a Alberto Fujimori, así como de otras once personas que sufrían carcelería —acusados por diferentes delitos— dejando un sabor amargo. Sobre todo,en un sector de la izquierda peruana, que no representa ni al 12% de la población, muchos de los cuales son antifujimorista confesos.

Los que ayer respaldaban a Pedro Pablo Kuczynski hoy lo acusan de traición. Según ellos PPK ha pactado con Kenji Fujimori a cambio de diez votos que lo salvaron de la vacancia presidencial. Sin embargo olvidan que el tema del indulto a Fujimori no ha sido discutido solo en el actual Gobierno; se vio también en las postrimerías del Gobierno de Alan García y en los meses finales de la gestión de Ollanta Humala.

El indulto siempre estuvo en el tapete, pero la presión de un sector de la prensa, así como la negativa de los caviares —que actualmente ocupan puestos estratégicos en el Ministerio de Justicia y en organismos de defensa de los derechos humanos— y el mismo Mario Vargas Llosa impidieron que se concretara, debido al odio enfermizo que mantienen contra el fujimorismo.

El Perú no puede vivir de rencores, requiere de puentes de entendimiento y de reconciliación nacional. Que se volteen las páginas negras de la violencia terrorista que padeció el país durante 25 años y que enlutaron a muchas familias en amplios sectores del Perú.

Hoy pocos se acuerdan de las víctimas de Tarata y de los humildes campesinos asesinados con ferocidad impune por las hordas terroristas en los escarpados andinos de la serranía. Nadie reclama justicia ni reparación económica para los huérfanos y viudas que dejaron valerosos soldados y policías por defender la democracia y el orden establecido.

La liberación de Alberto Fujimori —tras doce años de carcelería— permite abrir un camino de esperanza hacia la reconciliación nacional y una paz con desarrollo. También el fortalecimiento de nuestra democracia, expresado por más del 80 % de peruanos que votaron por Fuerza Popular y por Peruanos por el Kambio en las últimas elecciones, reduciendo la representatividad de la izquierda peruana a su mínima expresión.

Hoy los organismos de fachada —nacional e internacional—, que no tienen ninguna representatividad popular, amenazan con acudir a foros internacionales o al propio Tribunal Constitucional para anular el indulto, tratando de desconocer una prerrogativa presidencial consagrada en la “Ley de leyes” que es la Constitución del Estado.

Seguramente, durante algunos días, continuarán las pequeñas muestras de violencia a que nos tiene acostumbrados la izquierda en Lima y en ciertas provincias del país. Sin embargo los mensajes públicos, tanto del presidente Pedro Pablo Kuczynski como del propio Alberto Fujimori, son de mea culpa y de un sano propósito de trabajar solidariamente en beneficio de la gran mayoría de peruanos que desean vivir en con seguridad y en libertad.

Esperamos que los organismos internacionales, que miran a través del “Ojo que llora,” dejen al Perú en paz y se preocupen por Venezuela o Cuba, países latinoamericanos que sufren rigores de dictaduras irracionales que los tienen condenados al hambre, la carcelería y la privación de sus más elementales derechos humanos. El Perú no está en esa situación, pese al activismo de esas ínfimas minorías antimineras y antisistema, que demuestran sus odios a través de las redes sociales y en determinados medios de comunicación social.

Hoy somos mudos observadores de cómo los caviares van renunciando desconcertados e indignados, después de haber vivido de la burocracia estatal por más de 17 años, desde Valentín Paniagua hasta Pedro Pablo Kuczynski. Ojalá que PPK abra los ojos y gobierne con gente que comparta sus ideas y que no lo traicionen cuando las papas queman.

No olvidemos, por último, que durante el efímero gobierno de Valentín Paniagua se firmó el indulto de Gerardo Saravia, actualmente trabajador del IDL, por padecer de diabetes —que no es ninguna enfermedad terminal— a pesar de que tenía una condena por terrorismo. Junto a él, y por acción directa de Diego García Sayán —entonces ministro de Justicia— salieron amnistiados centenares de terroristas que cometieron delitos de lesa humanidad. Y que ahora —en libertad—- son piezas fundamentales del Movadef y de otros organismos de fachada del senderismo inmisericorde.

 

Carlos Arnillas Denegri
29 de diciembre del 2017

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