Manuel Erausquin

Libros, cercanos y fantásticos

Libros, cercanos y fantásticos
Manuel Erausquin
30 de julio del 2014

Sobre la importancia del buen hábito de consumir literatura

Ver a padres e hijos recorrer la feria del libro en busca de obras literarias que puedan leer y disfrutar es alentador. No todo es catastrófico como indican las frías cifras de los estudios de hábitos de lectura, resultados que colocan al Perú como un país donde leer no es una costumbre muy valorada por la mayoría de sus habitantes. Y tienen razón, no interpelo esas conclusiones. No somos un país de lectores, no hay que engañarnos. Sin embargo, hay quienes han asumido que es crucial acercar a sus hijos a la lectura. Y algunos padres leen al pie de la cama de sus pequeños historias fantásticas: lecturas nocturnas que invocan a soñar de una manera distinta para siempre.

Esas lecturas nocturnas no solo forjan la imaginación, quizás también el destino. Una posibilidad de encender los sentidos y agudizarlos. Eso no es poco en la formación de un niño, que algún día será un adulto. Y lo que se espera es que se convierta en una persona capaz de ver la vida de manera amplia y no sesgada. Donde lo racional tiene conexión directa con las emociones y que no siempre se decide sobre estar a favor o en contra. Hay muchos escenarios donde los matices se imponen, pero hay que saberlos distinguir.

Lo ideal es que esa devoción por las historias, las novelas o los cuentos deberían nacer en casa. Un padre, una madre o un pariente, alguien que acerque a ese pequeño a un mundo que lo conducirá a territorios donde tendrá que pensar y emocionarse. Escenarios donde también se pondrá triste o sentirá terror. Infinidad de emociones que vivirá en la experiencia de su recorrido vital. Un crecimiento que le permitirá saber desde temprana edad que la literatura atraviesa nuestras vidas. Sabrá que su utilidad es tan importante como saber sumar y restar. Será tan esencial como respirar aire puro, porque lo contrario sería morir. Y hay muchos muertos en vida.

Algunos creen que la literatura es un hobby, un pasatiempo para matar las tardes de domingo. Y me refiero a gente adulta, a personas calificadas como profesionales. Seres que han pasado por una experiencia académica y se han graduado. Pero su visión es limitada e ignoran que la dimensión del conocimiento literario se alimenta de la propia vida. Que las páginas de una novela están escritas por alguien que sintió una serie de inquietudes y las expresa a través de una historia de ficción. Pero claro, a veces es difícil que ciertos temperamentos asimilen que dentro de una historia de ficción sus vidas pueden estar retratadas. Uno nunca sabe lo que se puede hallar en el mundo literario y qué fibras consigue tocar.

Pero no importa, a pesar de todo esto, siempre hay resplandores que nos ayudan a creer, a tener fe. Padres de familia que leen Las mil y una noches a sus hijos o jóvenes que buscan con locura una novela que los acompañe algún tiempo en su camino. En la feria del libro he visto personas con ese espíritu. No son la mayoría, nunca lo son. Pero existen y procuran ver más allá de sus mundos. Eso se respeta.

Por Manuel Eráusquin

Manuel Erausquin
30 de julio del 2014

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