Libertad o muerte

Acerca de la informalidad económica y las inmolaciones en la Primavera Árabe.    

Un abismo profundo separa la ley de la calle, que se cumple a pie juntillas, de la ley establecida por los monopolios de la legalidad que se impone y que a muchos poco o nada les importa. Leyes y normas coyunturales haciendo de la legalidad letra muerta como consecuencia del entusiasmo exagerado de legisladores que no empatan con el desenvolvimiento espontáneo de la sociedad. El espíritu de la legislación no es el mismo espíritu de la población.

La persuasión y el aleccionamiento son la clave para canalizar el libre albedrío de la población, para resolver sus problemas y necesidades, y legalizar la dinámica que emerge en las calles. No es lo mismo un arrebato violento de la mercadería callejera que un mercadillo ajustado al orden y la higiene. No es lo mismo la imposición de un terminal terrestre de autobuses ordenado por el alcalde en los extramuros de una ciudad que un terminal espontáneo que se ajusta a la necesidad de los viajeros. No es lo mismo un entendimiento entre las partes cediendo posiciones que una imposición bruta y descabellada.

El desorden legal, con leyes que se enfrentan a sí mismas, impide que la ilegalidad encuentre un punto de equilibrio entre lo sensato, lo práctico, lo legal y lo legítimo. La misma “interpretación de la ley” diferencia a los peruanos entre quienes hablan y entienden mejor el idioma, como si fueran dos lenguajes distintos, como si hubiese dos tipos de peruanos.

La iniciativa espontánea de los emergentes, que ocupa a Hernando de Soto desde una visión económica, debe empatar con el derecho. No es lo mismo una ordenanza municipal, como consecuencia de un exabrupto autoritario, que letra y palabra cambiando la mentalidad de las personas.

Para Hernando de Soto la informalidad económica es una muestra del impulso emprendedor contra todas las adversidades en el Perú y el mundo. Con constancia, imaginación, esfuerzo y libertad es posible emprender todo tipo de iniciativas para salir de la pobreza. Ha dicho De Soto que cualquier tipo de violencia no tendrá efecto alguno frente a la decisión personal de los desesperados e impotentes al ver sus ideales hechos trizas. No amedrenta a los pobladores convertidos en ciudadanos y propietarios con derechos.

Cuenta De Soto que la llamada Primavera Árabe del 2011- de las luchas por la democracia - comienza con la inmolación de Mohamed Bouazizi, un ambulante tunecino de 26 años, y de otras 63 personas más en Egipto, Marruecos y otros países. Se prendieron fuego no para reclamar subsidios, asistencialismo o algún tipo de protección estatal. Tampoco se inmolaron por una causa política o religiosa. Se inmolaron reclamando libertad para sus pequeñas actividades económicas. Sentían que el estado les arrebataba su libre decisión de valerse por sí mismos, en competencia, como ambulantes, vendiendo en las calles lo que podían para mantener a sus familias llenos de orgullo, dignidad y felicidad.

Cuando la autoridad les arrebata sus pocas pertenencias y mercadería, al ver truncadas sus libertades y sus decisiones propias, la muerte alcanzó sus mentes. Sus pequeños negocios eran más que una actividad de sobrevivencia, eran su vida entera.

La calle no está dura como lo estuvo en los ochenta. La informalidad fluye en un 70 % de la población y seguirá así hasta que decisiones firmes y concertadas alcancen a emprendedores y autoridades. Para eso hace falta audacia, conocimiento y, sobre todo, liderazgo.

 

Por Manuel A. Gago Medina
13 - Abr - 2015