Martin Santivañez

Leviatán subyugado

Leviatán subyugado
Martin Santivañez
08 de mayo del 2015

El Estado se desmorona y deja a la sociedad en un plano de indefensión.

Toda doctrina que legitima la existencia del Estado está basada en la realidad del poder. El poder en acción, esto es, el poder que se materializa en la realidad. El Estado es, sobre todo, una estructura de poder, la prolongación material y administrativa de una voluntad de poder que nace de la soberanía. La soberanía, un poder que originalmente es exclusivo y excluyente, deja de existir en el momento en que la política deja paso a la poesía, al romanticismo utópico. No hay soberanía allí donde triunfa la demagogia sobre la realidad.

Todo poder soberano que abdica de su misión es reemplazado rápidamente por otro poder. Eso es lo que ha sucedido en Islay. Si el Leviatán demo-liberal creado mediante una ficción republicana claudica sin presentar batalla y opta por enfrentar tímidamente a los protagonistas de una abierta rebelión, entonces ese vacío de poder será llenado por un antagonista con una voluntad de control. Así, cuando un Leviatán cae, otro Leviatán, su Némesis, emerge. La debacle de un Estado que dimite de su obligación de control no solo paraliza y deja en la indefensión a la sociedad. También genera al enemigo que está presto a reemplazarlo y a ejercer el poder que el otro no supo gestionar.

El Leviatán demo-liberal, debilitado por la frivolidad de la clase política peruana, se enfrenta a la disyuntiva de la abdicación o el pacto con una facción disolvente. La única opción lejana es la que pasa por la recuperación del principio de autoridad. La destrucción de la legitimidad es un proceso larvado, algo que toma tiempo, y el humalismo ha minado sus bases legítimas por varios años, dedicando el poder del Estado a la persecución de sus enemigos políticos. Un Estado que menoscaba, por sus propios medios, la soberanía como fuente de legitimidad, no tiene la capacidad de apelar al control utilizando todos los medios a su alcance. Un Leviatán cuya legitimidad se encuentra comprometida no reaccionará con la fuerza necesaria para conjurar los peligros de la subversión.

La alternativa al Leviatán estatal subyugado es el Behemoth disolvente y totalitario que emplea la violencia de manera ilegítima. El Estado que se somete a la violencia de la masa es un Estado condenado a la irrelevancia política. La supervivencia de Leviatán pasa por afirmar su soberanía en todo el territorio nacional, no por ceder el control a un grupo disidente y marginal. Se engañan los que piensan que este es un asunto de “lentejas”. El Estado, para ser viable, tiene que tener el control sobre la violencia legítima. Y no debe dudar en ejercerla cuando se trate de desmontar un complot en contra de su poder.

La política peruana ha debilitado al Estado. Si la política es frívola, diletante o francamente ineficaz, el Estado se desmorona, dejando a la sociedad en un plano de indefensión. Eso está sucediendo en el Perú, porque el Leviatán soberano, torpemente, abdica de su misión y decide suicidarse convirtiendo a las fuerzas del orden en los mártires inocentes de la incapacidad gubernamental.

 

Por Martín Santiváñez Vivanco
08 - May - 2015  

Martin Santivañez
08 de mayo del 2015

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