Martin Santivañez

Lecciones de Locombia

Lecciones de Locombia
Martin Santivañez
03 de octubre del 2016

Se pretende imponer una interpretación guerracivilista del terrorismo

Me escribe un buen amigo colombiano para decirme que, ante la inminente rendición de sus compatriotas frente a las FARC, prefiere llamar a su país Locombia antes que Colombia. Razón no le falta. Aunque el caso de Colombia es distinto al del Perú, es mejor prevenir que lamentar. La izquierda continental ha hecho de la rendición colombiana una de sus banderas ideológicas. El padrinazgo del tirano Raúl Castro (una vergüenza para Santos y sus defensores) es el marco enviciado en el que se desarrolló la crónica de esta capitulación anunciada. Si un líder de partido piensa que algo bueno puede salir de la mente maquiavélica de los Castro, entonces no merece sobrevivir políticamente. Sin embargo, la democracia tiene estos extremos: el ciudadano es libre hasta para errar. Si se equivoca formando parte de una mayoría, dicen los tontos útiles del terrorismo, duele bastante menos. Menuda ilusión.

La alianza entre los caviares peruanos y los liberales del lobby mediático progay se ha mostrado partidaria de la capitulación colombiana. Y eso es lo relevante para el Perú. Teniendo en cuenta que esta alianza (una reedición del pacto socialdemócrata europeo) controla gran parte de los medios de comunicación del país, es preciso alertar a la población sobre las consecuencias de sus opciones ideológicas. La primera consecuencia la vienen ensayando profusamente desde hace varios años: el discurso guerracivilista.

El discurso guerracivilista nació en los laboratorios de la progresía peruana. Pseudointelectuales del establishment (antropólogos, sociólogos y los nunca tan bien ponderados politólogos de los buques insignia de la caviarada nacional) fueron los encargados de legitimar la labor de la Comisión de la Verdad, creando el discurso del guerracivilismo. Este discurso tuvo como objeto generar la percepción de que el Estado fue corresponsable del terrorismo y que la sociedad (es decir, todos los peruanos, especialmente la clase dirigente) creó las condiciones de miseria en las que surgieron Sendero Luminoso y el MRTA. La guerra civil se impuso bajo la forma de “conflicto armado interno”, otro concepto importado de la progresía global. La simetría de responsabilidad es la columna conceptual sobre la que se sostiene el guerracivilismo, y así la culpa del terrorista se traslada mediatizada al agente del Estado y a la propia sociedad civil. Por eso, el Informe de la CVR es la piedra fundacional de este enfoque, muy similar al que ha conducido a Colombia a la rendición absoluta. El guerracivilismo es un producto esencialmente caviar, pero los liberales del lobby gay han hecho suyo el discurso y no dudan en promoverlo desde su monopolio mediático.

La segunda consecuencia es que, frente a un escenario de recrudecimiento de la opción terrorista (que nunca debe ser descartado), la alianza caviar-liberal optará por una salida a la colombiana. Esto es un peligro por todo lo que implica para el Perú. Se pretende imponer a la juventud una visión utópica sobre el supuesto guerracivilismo y sobre la paz con Sendero Luminoso. La democracia débil de la izquierda peruana solo es débil frente al terror, porque se transforma en totalitaria cuando se enfrenta a sus rivales. Por eso, es fundamental controlar la educación para evitar que la visión distorsionada por la ideología de izquierda genere en la juventud y la niñez un imaginario de enfrentamiento civil que nunca existió en el Perú. Aquí lo que hubo fue terrorismo sanguinario y polpotiano. Los terroristas tienen que ser batidos y sometidos al Estado. La historia de nuestros héroes no merece una claudicación a la colombiana. Aquí vencimos con sangre, sudor y lágrimas. Y ese triunfo histórico sobre el terrorismo nunca se transformará en la derrota colombiana que hoy aplauden quienes no comprenden la historia del Perú.

 

Martín Santiváñez Vivanco

Fotografía: Univisión

 
Martin Santivañez
03 de octubre del 2016

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