Martin Santivañez

Lecciones de la Madre Patria

Lecciones de la Madre Patria
Martin Santivañez
04 de marzo del 2016

La política española en el candelero

Los procesos históricos se consolidan a lo largo de años, décadas, siglos. Sin embargo, lo que está sucediendo en España, esto es, el fin del espíritu de la transición, puede rastrearse hasta hace poco, cuando las izquierdas, de manera suicida, decidieron pactar con los nacionalismos para arrinconar al Partido Popular.

Rodríguez Zapatero, el inefable ZP, al capitalizar el atentado del 11-M y dar el vuelco en una elección que tenía perdida, decidió que lo mejor para España era reabrir las heridas de la guerra civil e implementar una agenda revanchista sumamente ideologizada. Los pactos de la Moncloa que fueron concebidos para la premisa de la unidad democrática y del consenso posibilista de pronto se vieron minados por una política del odio que intentaba resucitar lo peor del 36. De pronto, disfrazado de buenismo progresista, el socialismo español se dedicó al despilfarro, a la persecución del centro-derecha y al pactismo con esa bestia secesionista que es el nacionalismo radical.

El último beso entre Pablo Iglesias y Xavier Domenech es la imagen perfecta que ejemplifica esta convergencia entre la izquierda y el nacionalismo separatista. Es, con todo, la historia de una confluencia meditada y voluntaria, auspiciada por la política del zapaterismo, una política de odio ideológico y revanchismo estéril que buscó de manera consciente la proscripción moral del centro-derecha español. De esta manera, las izquierdas españolas, el nacionalismo separatista exclusivo y excluyente y el liberalismo radical de cuño anticlerical (llamado irónicamente “liberalismo de bragueta” por Juan Manuel de Prada”) han conformado un Frente Populista que tiene como objetivo a mediano plazo (aunque no se perciba así en esta investidura) la destrucción moral del PP y su reemplazo por ese liberalismo ingenuo que pacta con la progresía para luego repetir la frase desencantada de Ortega y Gasset: “no es esto, no es esto”.

Los liberales ingenuos que pactan con estas izquierdas pronto se ven desplazados por la caja de Pandora en que termina toda acción izquierdista y sucumben víctimas de su propia incapacidad para interpretar adecuadamente el apetito expansivo de todo radicalismo. Ciertamente, lo que está sucediendo en España es consecuencia de este pactismo entre viejas fuerzas que comulgan en el odio, pero la situación de la piel de toro bien puede servirnos para pensar un poco en nuestro país, el Perú.

El triunfo de una política del odio equivale a la destrucción de un país. Y, lamentablemente, esta política no es patrimonio de España. En todas partes, la izquierda busca exacerbar las contradicciones, siguiendo los dogmas de sus fundadores, fomentando, muchas veces de manera artificial, la consolidación de una dicotomía perversa y peligrosa: “las dos Españas”. ¿Cómo no pensar inmediatamente en el Perú, donde también la progresía intenta desintegrar la unidad peruanista creando un enfrentamiento nocivo entre fujimoristas y antifujimoristas o entre apristas y antiapristas? Todo lo que desune nos condena a la mediocridad. Todo aquello que unifica nos otorga la posibilidad de recobrar prestigio y liderazgo en el Pacífico Sur. Por eso, los sembradores políticos del odio tienen que ser desenmascarados y su política maniquea combatida. Porque los países grandes, las naciones capaces de sobreponerse a los retos de su entorno, nunca, nunca se dividen por la mitad. 

Martin Santivañez
04 de marzo del 2016

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