Arturo Valverde

Las zapatillas de Beteta

Las zapatillas de Beteta
Arturo Valverde
05 de agosto del 2016

Dejemos de mirar las marcas y trabajemos juntos por el país

El tuit de Karina Beteta, congresista de Fuerza Popular, criticando la marca de zapatillas que calzaron los ministros para ejercitarse en el patio de Honor de Palacio de Gobierno, revivió en mí el falso anhelo de renovar mi calzado con más de tres años de kilometraje. Mi esposa sonríe todas las mañanas al verme salir de casa con los zapatos de nuestro matrimonio. Es verdad que he podido comprar un par de zapatos en todo este tiempo, pero siempre termino gastando la plata en libros o en algún cuadro. Quisiera tener un grabado de Jorge Cabieses en mi cuarto, pero recuerdo que he prometido comprar la cabecera de la cama este fin de semana.

Dejé las zapatillas al mismo tiempo que me olvidé del fútbol y empecé a usar lentes. Las madrugadas que pasaba leyendo con la luz de la lámpara de la abuela me causaron la miopía que hasta hoy sigo padeciendo. ¡Quién podría confiar en un arquero miope! Karina Beteta, quien ha resumido en 140 caracteres dos marcas de zapatillas, me recuerda que me faltan 200 páginas para terminar de leer la autobiografía de Gabriel García Márquez. ¿Escribió Vivir para contarla en zapatillas? No lo creo. “Ese es un símbolo del imperialismo yanqui”, le habría dicho Fidel Castro. Nicolás Maduro se hubiera puesto a conversar con las zapatillas antes de leer el libro de Gabo. Quién sabe.

En nuestro país, llegamos a leer un promedio de tres libros al año. Con razón, pues. Si la sociedad no eleva su nivel intelectual —es decir, si no lee— ¿cómo exigimos mejores autoridades, instituciones, equipos de fútbol o comunidades religiosas? El que no lee, seguro aplaude y canta las boberías de todos los Poppys del mundo. Son muchos, y un día podrían regir nuestro destino.

Desde hace unos años tengo el sueño loco de que los peruanos lean más. Un día me endeudé: publicar un libro no es barato. Impulsar un colectivo a favor de la lectura en horas de tráfico tampoco lo es. Quiero que mi hijo viva en un mejor país; él ya empezó a leer a Gabo. Se sube con sus zapatillas al sillón, sostiene el libro con el título hacia abajo entre sus manos, y murmura un lenguaje incomprensible. Será el lenguaje de los pájaros, como diría Louis Pauwels y Jacques Bergier, en El retorno de los brujos. El primer idioma que hablaran Adán y Eva.

Cuando fui candidato al Congreso y decía que quería poner a leer al Perú, algunas personas en las calles me respondían: “pero aunque sea deme un polo, un gorro, un lapicero; si no, cómo espera que vote por usted”. Quiero agradecer a estas personas que no votaron por mí, jamás podría representar a quien me exige un lapicero, sino a quienes sueñan con un mejor país a cambio de la satisfacción de haber hecho lo correcto.

Dejemos de mirar las zapatillas de otros y trabajemos juntos por el país. Al final, señora Beteta, todos seremos juzgados por nuestras obras. El pueblo no es tonto, como creían los Humala-Heredia. La revolución que requiere el Perú es la revolución de los libros.

 

Arturo Valverde

 

Arturo Valverde
05 de agosto del 2016

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