Martin Santivañez

Las viudas del castrismo

Las viudas del castrismo
Martin Santivañez
30 de noviembre del 2016

La muerte de Castro desnuda los verdaderos objetivos de la izquierda peruana

El Leviatán tropical que el castrismo ha construido a lo largo de sesenta años exige, de manera sistemática, una cuota de sangre. La legitimidad del modelo está en función al terror que el líder y el partido son capaces de imponer. La cuota, ese concepto que todo revolucionario convicto y confeso aprende en las “escuelas populares”, es el pago que demanda la ideología para construir aquí en la tierra el paraíso ácrata, el Edén del “hombre nuevo”, un mito apreciado por los remanentes del guevarismo. Así, el Estado regentado por los Castro, adecuando principios de la ortodoxia comunista a la realidad latinoamericana, ha seguido el viejo manual político esbozado por Marx, el hombre que escribió, en un arrebato de sinceridad radical, que lo suyo (y lo de sus discípulos) era “proferir gigantescas maldiciones”. En realidad, lo que el castrismo ha hecho con Cuba es la hoja de ruta de todos los regímenes comunistas que han sido, son y serán. Todo se legitima si con ello se construye el futuro. Siguiendo esta lógica, la sangre puede y debe ser ofrecida en holocausto si con ello se consolida la revolución.

La cuota de sangre esta vez ha sido ofrecida por el propio fundador de la utopía revolucionaria. La muerte de Fidel Castro permite observar cómo la izquierda latinoamericana, y la peruana, sale del clóset de lo políticamente correcto y reivindica su raíz fratricida. El ALBA, la corrupción del PT, el socialismo chileno de la Bachelet y los caviares de sabor nacional han sido incapaces de ocultar su admiración por uno de los tiranos más sanguinarios de la historia latinoamericana. Castro ha muerto, pero el régimen creado por él continúa afectando a millones de cubanos. Para la izquierda latinoamericana esto es irrelevante. Para los caviares peruanos, Castro, un cultor de la violencia, es un héroe al que vale la pena imitar.

La realidad es clara: la “nueva izquierda” latinoamericana nunca ha dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana. Los peruanos debemos enfrentarnos a esta tiranía clásica con valentía, fe y decisión. Los Castro fundaron un despotismo que apela al miedo, al comisariato y al “juicio popular”, apoyándose en el aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos. No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, Gulags o campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la represión solo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la comunidad global. Por eso estos apoyos ante la muerte de Castro desnudan los verdaderos objetivos de la izquierda peruana, representada por una “pionerita” como Verónika Mendoza, que hoy llora desconsolada ante el cadáver de un dictador.

La muerte de Fidel Castro no solucionará el problema cubano. El caudillismo forma parte de nuestra cultura cívica y Castro supo apoyarse en el cesarismo burocrático, un vicio público con amplia aceptación en todo el espacio latinoamericano. El mito del "guerrillero revolucionario", propio del romanticismo político, continúa hipnotizando a grandes sectores de la izquierda que no dudan en acudir al besamanos correspondiente ignorando a los disidentes, para beneplácito de los Castro.

La subsistencia de esta cultura cívica, a manera de patología social, permite que sobrevivan ciertas estructuras sostenidas por el misticismo revolucionario. El castrismo no morirá con sus líderes. La mitología izquierdista ha incorporado a su ADN todo lo que el castrismo representa y buscará contemporizar con la herencia de la revolución, legitimando su acción política y minimizando los efectos perversos de la tiranía más longeva del continente. El Perú debe enfrentar con decisión a la izquierda que hoy llora a su mentor. Cualquier proyecto político que reconozca su afinidad con el castrismo es nocivo y disolvente y debe ser combatido desde la raíz. Para ayudar a Cuba tenemos que debilitar a sus aliados, empezando por el movimiento caviar que sueña con el terror rojo mientras predica una falsa moderación.

 

Por Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
30 de noviembre del 2016

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