Tino Santander

Las comunidades campesinas

Las comunidades campesinas
Tino Santander
27 de agosto del 2014

Una aproximación a nuestras poblaciones rurales, sus intereses y su idiosincracia

Muchos antropólogos nos hemos formado idealizando la comunidad campesina como el embrión de la revolución socialista. Nos educamos en el indigenismo literario del “El mundo es ancho y ajeno” la gran novela de Ciro Alegría, que nos relata la vida heroica de Rosendo Maqui, el alcalde de la comunidad de Rumi, y del gamonal Álvaro Amenábar, que se apodera de las tierra de su comunidad; es la heroica lucha de los comuneros por la tierra. Claro, al final pierden ante el poder del gamonal Amenábar, Maqui es apresado y muere, la comunidad es sometida y a los comuneros sólo les queda migrar y conocer el mundo ancho y ajeno.

La literatura indigenista cumplía el rol de denuncia -como afirmaba Sartre-. Las ciencias sociales peruanas se fundaron en la visión unilineal del evolucionismo. Afirmaban que la comunidad campesina era la continuidad del ayllu precolombino, en el que la reciprocidad, la redistribución y el control vertical de los pisos ecológicos garantizaban la subsistencia comunal. Que las comunidades tenían un sistema de autogobierno igualitario, que eran las células de la organización socialista, y que estas características habían permanecido desde la colonia hasta nuestra vida contemporánea sin modificaciones sustanciales. Los “antropólogos revolucionarios” concluimos: “la cultura campesina, tienen rasgos comunes porque habitan una geografía hostil, con una organización social que responde a esos retos (son por naturaleza colectivistas); además, la reciprocidad y redistribución del trabajo son una práctica ancestral, sus ritos y costumbres son milenarios”. Entonces he allí el cimiento de la revolución socialista en El Perú. ¡Que equivocados estábamos!

La polémica sobre la comunidad campesina en el Perú constituye un tema repetido en las discusiones sobre lo rural en el Perú. Desde Hildebrando Castro Pozo, Valcárcel, Mariátegui, Haya de la Torre (ambos desde el marxismo del siglo XX), hasta la vulgar filosofía “del Perro del Hortelano” del ex presidente Alan García (2009), y las diferentes versiones de la izquierda y el comunitarismo contemporáneo, la comunidad campesina ocupa el centro del debate cada vez que se producen acontecimientos que estremecen la conciencia ciudadana o cuando se producen cambios en las políticas de Estado que afectan directamente al sector agrario (la reforma agraria), la insurgencia armada de la década del 80, la firma de los tratados de libre comercio (TLC), la inversión pública o privada en recursos naturales o infraestructura, explican el reiterado debate. La pregunta actual es: ¿existe la comunidad campesina colectivista en el Perú contemporáneo?

En mi experiencia como antropólogo (en mí peregrinaje por el Perú) he comprobado que la comunidad campesina está compuesta por familias campesinas parcelarias (pequeños propietarios) regidos bajo la ley 24656 de comunidades campesinas; fueron creadas por el Virrey Toledo en 1574 como reducciones indias, para controlar las rebeliones indígenas y usar eficientemente la mano de obra en las mitas y obrajes coloniales. La población campesina hizo de la comunidad una organización social de resistencia y de sobrevivencia en la colonia, luego fue el núcleo de la lucha anti gamonal en la independencia; fueron los comuneros el ejército de Andrés Avelino Cáceres que enfrentó la invasión chilena; jamás quisieron ser indios porque significa servidumbre y pobreza, buscaron ser campesinos antes que indios, por eso la reforma agraria velasquista modificó el título de comunidad indígena (desde Leguía en el siglo XIX) por el de comunidad campesina. Fuimos a las comunidades a predicar la revolución socialista y nos tropezamos con la realidad: No quieren revolución socialista, quieren ser empresarios, les interesa hacerse ricos, “qolquechay”. Hoy quieren ser en exportadores de productos andinos.

La comunidad campesina contemporánea está vinculada al mercado y ha convertido su organización social en instrumento de negociación y presión para obtener beneficios de la inversión pública y privada. Utiliza la defensa del agua y del medio ambiente para incorporarse al mercado exitosamente, cree en la educación como mecanismo de ascenso social. Se equivocan quienes, desde Lima, ven a los comuneros como ignorantes y atrasados. Son grandes y pacientes negociadores, se ríen de los burócratas del estado y de las empresas corporativas; caminan con calma allimanta pury. Muchas veces los hacen dar vueltas en círculo, para que aprendan a conocer con quién están negociado. Las comunidades campesinas también son refugio de bellísimas costumbres y ritos antiquísimos como el festival milenario de danzas “Warari” (llanto en español) de Livitica, distrito altoandino de la provincia cusqueña de Chumbivilcas.

Sin trabajo de campo, es decir, sin “mirar” y “escuchar” las ciencias sociales, la política y la inversión pública y privada en el mundo andino son vagas percepciones ideologizadas, fuegos artificiales o imaginación literaria. Los comuneros son parte de la nacionalidad peruana, la mayoría silenciosa que participa activamente en la creación de riqueza nacional.

Por Tino Santander

Tino Santander
27 de agosto del 2014

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