Rocío Valverde

Las aves del paraíso

Las aves del paraíso
Rocío Valverde
16 de mayo del 2016

La belleza y el encanto de estas exóticas aves

En el siglo XVI se decía que existían aves de coloridas plumas y ornamentos que con sus puntiagudos picos bebían el rocío celestial de las nubes. Mas estas aves no tenían alas ni patas, y ni falta que les hacían, pues estas eran las aves del paraíso que nacían y vivían volando cerca de el cielo y solo tocaban el mortal suelo cuando morían. Con esa leyenda los nativos de la isla de Bacan presentaron las aves disecadas a los aventureros europeos que llegaban a sus tierras. Los europeos complemente encandilados con la mitología regresaban con estas historias para deleite de la elite europea, que buscaba agregar nuevos especímenes a sus colecciones privadas de animales exóticos.

A través de la historia los humanos siempre hemos buscamos el deleite, el misticismo, algo casi sobrenatural que haga que nuestros pulmones pierdan todo el aire y queden libres para poder inhalar su belleza, respirar hermosura. Por ello compramos alegremente historias de dragones escupe fuego, reyes con toque de oro, gigantes que al morir forman montañas, hadas del bosque, etc. En la época de los conquistadores las dinastías buscaban descubrir el nuevo mundo pues pensaban que el oeste era un territorio vasto, lleno de estrambóticas bestias con músculos prominentes, vistosos animales de estridentes colores, minerales y piedras preciosas, especias y aborígenes. Dominar este salvaje escenario era símbolo de la victoria del Imperio.

Fernando de Magallanes, en el año 1517 y luego de enemistarse con el rey de Portugal, decidió servir a la corona española y emprender su deseado viaje hacia las islas de las especias, las islas Molucca. En aquel siglo los europeos tenían la necesidad de obtener nuez moscada y clavo de olor para usarlos como conservantes, saborizantes e incluso para embalsamar a los muertos. Pensemos, pues, que en una época sin refrigeradoras tenían que ponerle a una chuleta mucha canela, clavo y hierbas para poder tragar sin regurgitar. Con este fin Magallanes y su tripulación iniciaron lo que sería el primer viaje alrededor del Mundo; aunque, como sabemos, él no llegaría a la isla Tidore. Sin embargo otro miembro de la tripulación, el italiano Antonio Pigafetta, sí posaría los ojos sobre aquel terreno y es ahí donde vería a las primeras aves del Edén. Empezaba así la efervescencia naturalista europea, que plasmaría a estas aves en biblias, ilustraciones biológicas, sombreros, museos y las exclusivas colecciones privadas.

Estas aves habían “volado” unas cuantas millas, pues se encuentran mayoritariamente en Nueva Guinea. Los aborígenes que presentaron las aves a la tripulación de Magallanes nunca las habían visto volar, las obtenían al hacer trueques con habitantes de otras islas. Tendrían que pasar 300 años para que por primera vez un europeo, Alfred Wallace, viera a estas aves en su hábitat natural. Comprobaría el británico que las aves tenían alas, patas y una majestuosidad de colores que no reflejaban esas pieles secas que llegaban a Europa; además aconsejaría, en sus cartas, que el ave no debía comerse a menos que fuera estrictamente necesario, ya que la carne no tenía sabor y era un poco seca. Cabe recalcar que Wallace era amigo de Charles Darwin, otro científico asiduo a comer toda especie que encontrara por delante, siendo una de sus favoritas las tortugas de las Islas Galápagos.

El recuento del viaje de Wallace y su descripción de aquellas aves inspiró a muchos naturalistas, incluyendo al tesoro nacional de Gran Bretaña David Attenborough, que salió a recorrer Nueva Guinea acompañado de un batallón de cámaras de la BBC. Grandes hombres fascinados por la misma familia de aves, y no es difícil de comprender si alguna vez has visto la majestuosidad de su danza, su cortejo, su puesta teatral llena de aleteos, saltos, raudos movimientos de cabeza y cambios de tonalidades en su plumaje. Existen 43 especies y me es impensable decidir cuál de ellas es la especie que crea con mayor detalle la ilusión de ser un ave caída del cielo. El escenario imperturbable de Nueva Guinea y las condiciones del habitat, libre de depredadores han permitido a las aves masculinas concentrar toda su energía en su apariencia, ya que el único motivo de su existencia es encontrar una pareja para aparearse. Los machos de esta especie tienen plumas de todos los tamaños y colores que nuestra primate mente puede concebir; y por si fuera poco, estas plumas cambian de color dependiendo del ángulo desde el cual se observen.

Las machos practican su danza religiosamente desde mucho antes de alcanzar la edad de reproducción. Algunos hinchan el pecho transformándose en un pompón, que a la vista parece iridiscente, otros unen las alas creando con ellas una especie de abanico que hipnotiza a su potencial pareja. El ave-del-paraíso de Pennant es, aunque por muy poco, mi predilecta. Estas cuidadosas aves limpian el área donde van a bailar para evitar que una hoja fuera de sitio distraiga la atención, además escobillan la rama desde donde van a ser juzgados por sus potenciales parejas. Cuando todas las condiciones son favorables y él es el único foco de atención, despliega sus alas formando algo que se asemeja a un tutú de ballet, y así emprenden su danza sin cesar.

Cuando era pequeña e ignoraba el ridículo, siempre decía que extrañaba las nubes y que mi próxima reencarnación sería en un ave para por siempre volar. Mi madre me incentivaba y me decía que ella sería entonces una jirafa. Ahora, conociendo la razón y el juicio de los hombres, ratifico que quisiera en alguna otra vida ser un ave, un ave del paraíso y por siempre bailar.

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
16 de mayo del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

El zumbido

Columnas

El zumbido

¿Es un avión?, ¿un enjambre de abejas, ¿un...

03 de febrero
Otro coronavirus llega desde Asia

Columnas

Otro coronavirus llega desde Asia

El año 2019 culminó con la noticia de una misteriosa enf...

27 de enero
Veganuary

Columnas

Veganuary

Los noticieros de estas semanas, las primeras del año 2020, me ...

12 de enero

COMENTARIOS