Lacra nacional

La interminable polarización política del país

El congresista Justiniano Apaza, del Frente Amplio, le ha pedido al presidente Kuczynski que cierre el Congreso. Dice que “debido a la gran crisis que desencadenó la bancada de Fuerza Popular, que terminó con la salida de cuatro ministros en el primer año de gobierno”. No es la primera vez que el representante de Arequipa, nacido en Puno, hace declaraciones extremas. Como fervoroso militante de una izquierda radical, dijo que los comandos Chavín de Huantar “no deberían ser nombrados como héroes, que la operación militar en la residencia japonesa, en 1977, fue desproporcionada, cien soldados frente a catorce terroristas”. Y dijo, además, que algunos miembros del MRTA son “presos políticos”.

Apaza se aprovecha del sentir popular para empujar a la población hacía el hartazgo. La historia se repite. La gente no ve con buenos ojos el desempeño del actual Congreso, ni cree en una institucionalidad que no responde a las expectativas de la población cada vez más exigente. El humalista Apaza debe estar frustrado y decepcionado. A sus 74 años, después de toda una vida, no ve a Perú con posibilidades para vivir decentemente, gozando del bienestar que la modernidad ofrece. Claro, los modelos de bienestar y modernidad de Apaza están en Cuba y Venezuela y no en países como Canadá y Suecia.

Y el país se polariza constantemente. El tema Fujimori atrinchera a unos contra otros. Los odios desmedidos e irracionales se exponen sin vergüenzas. La Comisión de la Verdad y Reconciliación no ha sido útil para el propósito de su nombre. No ha servido como el instrumento que le devuelva a Perú la tranquilidad después de largos años de ataques terroristas. Y eso lo sabe bien Justiniano Apaza. No es un ciudadano cualquiera hastiado de tanta ingobernabilidad e ineptitud. Es un marxista-leninista convicto y confeso, cuyas convicciones ideológicas siguen firmes. Su propósito es el mismo desde siempre: agudizar las contradicciones sociales y destruir las fuentes económicas para darle paso a una solución violenta, para que la partera de la historia sea, otra vez, protagonista en el escenario peruano, dejando más pobreza, miseria y dependencia. Sendero Luminoso está vivo y tiene aliados. El congresista Édgar Ochoa es uno de ellos. Conversa en su despacho con activistas del Movadef, brazo político del terrorismo.

La ineficiencia de la institucionalidad no es una simple declaración o argumento contra el Estado. Es una realidad. En el incendio del emporio informal Las Malvinas, se redescubrió una vez más la verdad: jóvenes explotados, sin ningún tipo de protección y seguridad, encerrados en un container “para evitar que roben”, según declara quien les echó candado. Jóvenes desamparados por la ley, sin saber que se debía denunciar el maltrato y la actividad ilícita que estarían realizando.

Como otros, nos preguntamos: ¿Acaso no hay equipos y personal de operaciones especiales para rescates extremos? ¿No existen esos comandos en las fuerzas armadas y policiales? Nadie hizo nada. Se dejó que las horas, el fuego y el humo hicieran lo que debían sin ninguna reacción que impidiera el desenlace.

Mientras tanto, Congreso y Ejecutivo se enfrentan en affaires políticos estériles, empeñados en formalismos que no conducen a nada bueno. Se enfrentan sabiendo que el enemigo principal está suelto plaza, organizado y preparado, ganándole espacios a la decencia honrada y productiva que tiene el país, arrinconada por esa lacra nacional que es la política.

Manuel Gago