Nancy Arellano

La violencia y la prepolítica ¿merecen monumentos?

La violencia y la prepolítica ¿merecen monumentos?
Nancy Arellano
28 de septiembre del 2016

Un lugar de tributo a un modelo político ruin y sangriento

El momento político parte de un pacto, de la renuncia a tomar por la fuerza el control sobre un grupo. En este sentido, las constituciones, más allá de hermosos textos aspiracionales de una nación, son la delimitación del poder individual en función de la noción de un bien colectivo que los diferentes actores que lideran la escena social comparten, para crear el escenario político que da vida al Estado. Hoy, luego del siglo XIX y XX, con sus convulsas propuestas de reivindicación de derechos y sus formas de prepolítica —que tiñeron de rojo a las naciones, pusieron en duelo a familias y derramaron orfandad en la infancia— tenemos el deber de fortalecer la democracia como el único salvavidas en un mar de diferencias que deben reconocerse y tolerarse.

En estos días vimos cómo un grupo de personas alzó un mausoleo en Comas a presuntos miembros de Sendero Luminoso, y se ha despertado el debate sobre el tema del terrorismo en el Perú. El mausoleo fue alzado en el cementerio de Comas, donde se encuentran los cuerpos de ocho terroristas abatidos en el motín de 1986, en el penal conocido como El Frontón. Por un lado se debate si hay o no apología en la edificación, mas es obvio que si el hecho que justifica la agrupación de los cuerpos es de carácter ideológico, la discusión queda zanjada. Un lugar de tributo a un modelo de combate prepolítico, por anómico y violento, no representa más que la alabanza a tal camino espinoso y ruin.

Si bien probablemente la construcción será demolida por no tener saneados sus permisos, como señala el alcalde Miguel Saldaña, se requiere tacto y cooperación técnica para la exhumación de los cadáveres. En todo caso lo que preocupa es que en un escenario político como el que se ha consolidado en este cuarta elección democrática se vea mellado en sus retos por escollos que se creían superados. Y que vuelven, como fantasmas, producto de una memoria corta y la ignorancia de la que algunos adolecen al pensar que el terrorismo puede realmente inducir un cambio social justo. La violencia nunca debe tener santuarios.

Mientras tanto, apenas unos kilómetros al norte del Ecuador, parece que Colombia ha logrado un camino para la politización de la diferencia y la renuncia a la lucha armada con las FARC. Veremos si es realmente un pacto ético o si es arar en el mar.

Nancy Arellano

@nancyarellano

 

Nancy Arellano
28 de septiembre del 2016

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