Octavio Vinces

La vida de los otros

La vida de los otros
Octavio Vinces
04 de junio del 2015

Una reflexión sobre el liderazgo y las características de los líderes.

«Estoy pensando en lo que Lenin dijo de la Apassionata, de Beethoven: “Si sigo escuchándola no terminaré de hacer la revolución”. ¿Puede alguien que haya escuchado esta música, pero que la haya escuchado de verdad, continuar siendo una mala persona?». Este hermoso cuestionamiento forma parte de una conversación entre el dramaturgo Dreyman y su novia Christa-Maria, dos de los protagonistas del filme alemán La vida de los otros (2006). Ambos ignoran, sin embargo, que aquellas palabras —al igual que el resto de su vida íntima— están siendo grabadas, a través de cables secretos y micrófonos escondidos, por un agente de la Stasi encargado de espiar a Dreyman y verificar su fidelidad al régimen comunista de la República Democrática Alemana.

No es necesario contar con cables secretos ni micrófonos escondidos para enterarse de la vida de los otros en tiempos de vídeos colgados en las redes, calificadoras de riesgos y endebles secretos bancarios. Sin sospecharlo ni buscarlo, uno puede convertirse en espía involuntario. Es cierto que las autocracias se han valido del espionaje para controlar a sus enemigos, pero la actual sobreinformación también puede convertirse en una forma de totalitarismo que pende amenazante sobre la vida privada de todos. He aquí un serio problema para quien decide cambiar la imagen que utilizó para convertirse en un personaje público o, peor aún, para hacerse con algún tipo de liderazgo. Por eso, no es inteligente sucumbir a tentaciones muy notorias cuando se funge de reivindicador de los desposeídos. Los verdaderos líderes no son aspiracionales. Los verdaderos líderes no cambian de indumentaria. A lo sumo estilizan la chaqueta, modernizan el suéter o afinan los motivos étnicos de las camisas. Si no eres de sus seguidores, es a estos a los que has de temer.

A lo largo de La vida de los otros, y conforme el agente de la Stasi va llevando a cabo su misión de espía, Dreyman, Christa-Maria y los de su entorno, irán revelándole aspectos de la vida que le habían sido totalmente ajenos hasta ese momento. La contemplación de laApassionata será sólo una entre las muchas lecciones que recibirá de quienes ignoran haberse convertido en sus maestros. El descubrimiento del goce estético será capaz de provocar una redención personal en aquel frío espía, al punto que decidirá manipular la información destinada a sus superiores para salvar a Dreyman de la represión que debía corresponderle por sus actividades de disidente.

¿Podrán los que espían a quien ayer decía representarles y hoy sucumbe a las tentaciones de un consumismo pueril, sentirse conmovidos o experimentar algún tipo de cercanía? Difícil cuando no hay nada de sobrecogedor en lo que se está observando. Nada capaz de despertar admiración o respeto. Sólo envidia. Envidia de la mala. Los delincuentes también pueden ser aspiracionales. Qué desastre. La vida de los otros luce cada día más imbécil, más materialista, menos sublime.

 

Por Octavio Vinces

04 – Jun – 2015

Octavio Vinces
04 de junio del 2015

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