Tino Santander

La utopía del dinero

La utopía del dinero
Tino Santander
08 de diciembre del 2015

Reflexiones sobre la migración andina y la emergencia popular

La utopía fue creada por los intelectuales para soñar la quimera de la sociedad perfecta, sin hambre, con justicia plena, sin conflictos y en plena armonía creadora.

Las utopías del igualitarismo, la raza superior, de la libertad capitalista y del consumismo generaron fanatismos políticos que llevaron al hombre a la guerra, al hambre, a la miseria, a la violación de los derechos humanos. Pero también fueron caminos que abrieron puertas hacia el progreso y al bienestar.

La utopía nace en el Perú con el llamado comunismo inca, fantasía europea narrada por los cronistas españoles. Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales” describe una sociedad sin hambre y justa que inspira la rebelión de Túpac Amaru, la primera batalla por el reconocimiento y la libertad americana.

En la república nace la utopía del supuesto espíritu colectivista de la comunidad campesina creada por el virrey Toledo en el siglo XVI. Surge el mito de la revolución socialista por obra de dos jóvenes intelectuales de las primeras décadas del siglo XX, Mariátegui y Haya de La Torre, que fracasa con la reforma agraria velasquista.

La reforma agraria libera al comunero, al peón y a los pongos de las haciendas andinas y costeñas de la servidumbre feudal para convertirlos en campesinos. Pero el fracaso económico de la reforma fomenta un acelerado proceso de parcelación de tierras y de migración campesina a la capital en busca de un destino mejor.

Millones abandonan sus pueblos, sus comunidades, su lengua, sus vestidos, para llegar a la costa y convertirse en personas desarraigadas. Son los herederos de Túpac Amaru, comuneros migrantes invasores de los cerros y desiertos que transforman la Lima colonial y criolla con su utopía de trabajar para progresar.

Esos migrantes no fueron la reserva industrial del capitalismo costeño, tampoco fueron la vanguardia de la revolución socialista. Ellos utilizan a todos los partidos políticos con gran pragmatismo. Los necesitan para conseguir servicios básicos en sus miserables asentamientos humanos que transformaron con su esfuerzo en pujantes asociaciones de vivienda.

Los migrantes tienen como ilusión trabajar y progresar, convertirse en dueños de su destino (son el 70% de la economía nacional). Ellos crean el emporio comercial de Gamarra; la industria metalmecánica de Villa El Salvador y, los dinámicos conos este y norte de la capital.

El pueblo construyó su propia utopía, creó su propia ilusión: convertirse en empresario popular con éxito y educación. Ahora aspiran a tener el status de la clase media limeña, sin perder sus formas y tradiciones culturales. El dinero se convierte en un medio de liberación y progreso.

Son expresión del individualismo achorado que crea una nueva forma de actuar, sentir y razonar. El pícaro criollo ha sido desplazado por el cholo pendenciero que es el nuevo rostro de la capital.

La utopía del migrante se convierte en esperanza formidable que derrota al mesianismo totalitario de Sendero Luminoso. Esos comuneros son hoy los protagonistas del desarrollo nacional y en sus comunidades sobre los 3000 metros de altura sobre el nivel del mar se encuentra la enorme riqueza minera del país escondida bajo sus propiedades.   

Que la propiedad del subsuelo sea para los comuneros -propuesta por Hernando de Soto y políticamente abanderada por Alan García- expresa la utopía, la ilusión, el anhelo de millones de comuneros, nativos de los andes y de la amazonia peruana.

Los comuneros andinos quieren: Kolke Wake (quechua); Kulkki Hhilla (aimara); Dinero hermano, dinero Hermano. La utopía del presente.

Por: Tino Santander Joo

Tino Santander
08 de diciembre del 2015

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