Dante Bobadilla

La utopía de la calidad universitaria

La utopía de la calidad universitaria
Dante Bobadilla
07 de enero del 2016

Sobre la reforma de la educación superior

Hablan de calidad universitaria pero no se ocupan del meollo del asunto. Solo culpan a las mafias enquistadas que buscan el lucro, etc., un mecanismo mental recurrente. Siempre se culpa a un poder oculto o visible, un monstruo malvado que hay que derrotar. Lo usa la izquierda para explicar todos los problemas del mundo: culpar al capitalismo, al imperialismo, los oligopolios, grandes intereses, grupos de poder, etc., a quienes hay que combatir como gran solución. Pero eso no pasa de ser una trampa mental muy barata. Es como seguir culpando de las enfermedades a los malos espíritus e invocar a los buenos espíritus para curarnos. No hemos cambiado nada.

Si lo que interesa es la calidad universitaria, ocuparse de la gestión es coger el rábano por las hojas. Es cierto que hay mala gestión en la universidad pública, pero ese es otro tema. La pobre calidad universitaria se debe, en primer lugar, a que ha sido masificada. Cualquier docente sabe que solo un tercio del alumnado merece estar allí, a pesar de los exámenes de ingreso. Es imposible aplicar altos estándares porque tendríamos que eliminar al 70% y eso no está permitido pues afecta el negocio, mientras que en la universidad pública los estudiantes poseen un absurdo poder de chantaje sobre los docentes. La universidad masificada y barata es enemiga de la calidad.

Para tener universidades de calidad, primero habría que eliminar el inmenso mercado que hoy se disputan éstas, haciendo que compitan con otras opciones de formación ocupacional más cortas y eficientes, y más conectadas con el mercado. No es posible que los jóvenes vayan en masa a la universidad como paso automático luego del colegio. Eso es un absurdo. Hay que cortar esta nefasta cultura dependiente del título universitario para ejercer ocupaciones elementales, debemos promover institutos tecnológicos y carreras cortas de tres años, suficientes para emprender muchas ocupaciones. Lo demás se aprende directamente en la empresa, que también son –o deberían ser- parte del sistema formativo. La especialización de dos años debe ser un reconocimiento laboral y no académico. No hace falta pasar por una tesis que no aporta nada y solo es un trámite costoso y absurdo en carreras ocupacionales.

Hay que dejar atrás el sueño provinciano de mandar a los hijos a la universidad para que tengan un título “y sean alguien en la vida”. Lo que deben buscar como meta es un empleo productivo. Las universidades se han empobrecido por estar dedicadas a crear carreras para toda clase de ocupación, como exportar. Tareas simples de gestión como el turismo y la hotelería no requieren universidad. Antes, los contadores y administradores salían de institutos, nadie necesitaba estudiar periodismo o “ciencias de la comunicación” para ser periodista, pero hoy se les ha metido que para cualquier oficio necesitan un título universitario. Y las universidades generan esta dependencia inventando carreras con nombres pomposos. Es ridículo que la universidad venda títulos de filósofo y de cocinero. Todo esto hay que cambiarlo si queremos hablar seriamente de universidades de calidad.

Mientras no cambien la cultura del título universitario para ejercer cualquier oficio, mientras no se abran y promuevan otras alternativas de formación ocupacional más eficientes, rápidas y económicas, las universidades seguirán sumergidas en la misma mediocridad, producto de la masificación, y seguiremos engañándonos todos.

Por: Dante Bobadilla

Dante Bobadilla
07 de enero del 2016

COMENTARIOS